Enamorarse debe ser uno de los fenómenos más inexplicables de nuestra existencia. Pero cuando sucede, sólo podemos aceptar toda la vorágine que viene con el flechazo de cupido y experimentar todas esas sensaciones de locura, nerviosismo físico y mental, que se apoderan de nuestro ser.
Cuando hemos atravesado otra temporada invernal en plena soledad, de alguna manera, la primavera llega y nos hace renacer con más fuerza. Y con los días un poco más tibios, nuestro corazón se aclimata y ¡paf! sin esperarlo caemos enamoradas.
Y enamorarse en primavera se siente como si todo estuviera marchando de la manera indicada. Te sientas en el parque rodeada de flores, mariposas en el aire y en la guata y piensas: “este es el mejor momento del mundo, todo está marchando sobre ruedas”.
Porque enamorarse en plena primavera es una de las cosas de la vida más hermosas que nos puede pasar. Ya la primavera por sí sola es bacán, y quizás por eso, uno tiene más posibilidades de cruzarse en los azares de la vida con el amor.
Mi último enamoramiento que todavía perdura, sucedió en esta época del año. Después de haber vivido la temporada más fría y solitaria de mi vida, comencé a despojarme de los abrigos, de las capas de ropa, de los guantes, y fue como si al mismo tiempo, estuviera abriendo mis ojos, sin darme cuenta, al amor.
Ahí estaba esa persona con la que había trabajado todo este tiempo y que de un día para otro realmente ví. Comenzamos a tener citas después del trabajo en un parque que nos quedaba cerca y todo fue realmente lindo. No sé si eran las nubes, los colores, las flores, el sol, pero todo me parecía mágico y no puedo recordar una época más feliz en mi vida que esa.
Y así, ya estamos viviendo otra primavera más que hace renacer sentimientos inocentes de querer andar de la mano en el parque. Si no te has enamorado en primavera y estás más sola que un dedo, quizás es hora de abrir bien los ojos, enamorarse primero de nuestro entorno y quizás ¡paf! te llegue el flechazo.
¿Te has enamorado en primavera?