Durante un tiempo me desempeñé en servicios para novios, instancia en la cual conocí a muchas parejas próximas a dar el paso más importante en sus vidas. Antes de comenzar en aquel trabajo, me agradaba la idea de compartir la emoción de los enamorados ante tan trascendental acontecimiento e imaginaba con cuánta ilusión se preparaban para vivir la que quizás sería una de sus más bellas e inolvidables experiencias.
Sin embargo, en la práctica, aunque vi muchas parejas realmente “motivadas”, me impresionó que una mayoría de las chicas con las que traté NO tuvieran “cara de novias”. Al contrario: lucían cansadas, demacradas e irritables. Peleaban constantemente con sus novios y hasta parecían odiar a los invitados. Gastaban millones en la organización de una boda de ensueño, pero el proceso realmente no lo disfrutaban.
Al comentar estas reflexiones con una amiga casada, ella dijo “¿Por qué te extraña? Con mi marido discutimos durante toda la noche previa al matrimonio. Incluso, nos planteamos la opción de devolver los regalos y cancelarlo todo” Entonces advertí que los casos de que fui testigo no eran aislados. Corresponden a la experiencia de cientos de parejas que planifican cuidadosamente el que esperan sea “el mejor día de sus vidas”. Pero el camino para llegar a él termina siendo un fiasco.
Y es que el estrés prenupcial es cosa seria. ¡Es tanta la presión porque todo salga perfecto! Después de todo, muchas soñaron – si no durante buena parte de su existencia, al menos desde que recibieron la propuesta – con la llegada de aquel día. Por eso, ningún detalle puede ser dejado al azar. Otra causa de tensión es el exceso gente que se inmiscuye en los preparativos: suegros, cuñados, amigos. La mayoría ansía el gran evento casi con tanta ilusión como los novios, por lo que espera que sus consejos y observaciones no sólo sean bien recibidos sino ¡totalmente considerados! Y a lo expuesto, se suma que ninguno de los implicados está dispuesto a escatimar en gastos con tal de que sea un momento de ensueño.
Lo que parece olvidarse en medio de la vorágine es el motivo que llevó a la pareja a esta situación: el amor que comparten, la decisión de manifestar a la sociedad y a sus cercanos el deseo de estar juntos y recorrer unidos un nuevo camino. Siendo así ¿cuál es la idea de iniciar el trayecto en medio de desacuerdos y complicaciones en torno a un solo día? ¿Qué es un día en el infinito, que después de todo es a lo que se aspira?
Personalmente, creo que discusiones de forma no debiesen afectar el fondo. Muchos pierden el foco de qué es lo esencial, preocupados de detalles como el vestido, la lencería o el banquete. El gran día pasa, la pareja queda. Y también los recuerdos. Lo mejor es procurar que éstos sean dulces – tanto en el resultado como en los preparativos -. Si el quehacer está afectando a la pareja, ¿no es mejor atinar y recurrir a un amigo de confianza o un productor de eventos? ¿Quizás planificar algo más íntimo y sencillo? Una bonita ceremonia es importante, pero lo es más saborear la decisión que se tomó junto a la persona amada, la cual es - al final - el objeto central del evento.