Cada persona es un mundo aparte, vasto y complejo, por lo que en un grupo humano es posible encontrar multiplicidad de caracteres. Algunos son altamente compatibles, tanto que parecen mezclarse de manera natural; otros requieren tiempo y dedicación para construir una relación sólida de afecto y respeto.
Es así como he observado que las personas extrovertidas tienden a conectar entre sí rápidamente. Admiro la forma en que establecen relaciones a los pocos segundos de integrarse a un grupo social y el tiempo sólo se encarga de consolidar dichos lazos. Basta un par de días de conocerse para establecer una amistad más o menos sincera y de buen pronóstico. No obstante, también existe otro grupo: el de los introvertidos, dentro del cual me incluyo. No significa que sea tímida: al contrario. No tengo problemas en plantear mis dudas y relacionarme con cualquier persona que la vida me ponga enfrente, enriqueciendo con sus experiencias mi amplio imaginario. Sólo que me toma un tiempo: por esencia, tiendo a ser más observadora que espontánea ante una nueva situación social. Callada, dicen. Veo, analizo y actúo.
He oído que las personas calladas poseen las mentes más ruidosas. Pienso que es cierto. Al menos así pasa conmigo. Mi mente está en constante actividad, en un diálogo inacabable conmigo misma y con el mundo. Observo, me nutro, aprendo. Tanto de mis propias vivencias como de las ajenas. Quizás no construyo amistades a la velocidad del sonido, pero cuando lo hago, éstas suelen ser sólidas y duraderas. Además – de acuerdo a lo que dicen – me caracterizo por entenderlas perfecto (¿será de tanto observarlas?) y brindarles asertivos consejos.
Muchas veces han juzgado mi tendencia a observar, pretendiendo que lo correcto son las relaciones “express”, de alto voltaje y química inmediata. Parlotear y contar chistes sin parar. Pero ¡todos tenemos distintos tiempos! y desde nuestras particularidades, podemos constituir un gran aporte. Quienes perseveran en conocerme, terminan encontrando a una persona lúdica, divertida y algo “payasa”, con una gran capacidad de descubrir aquello que para otros puede pasar inadvertido. Asimismo, me divierto mucho observando la agudeza y alegría de quienes son más extrovertidos. El observarlos es un refresco. Después de todo ¿quién establece cánones “estándar” de comportamiento? Cada uno de nosotros es distinto y ahí está la gracia: el descubrir en cada persona un tesoro nuevo.
Foto CC Vía Flickr Yukihiro Yoshida