por Vanesa Acevedo Díaz
¿Mujeres?
Suena como el título de una famosa y entretenida película norteamericana con tierno y feliz final, en que la protagonista después de varias situaciones dolorosas encuentra al gran amor de su vida, se casa y luego de una luna de miel de lujo en Paris, ella y su hombre son felices para siempre. ¡Que fácil sería la vida así! ¿No les parece?
Sucede que nuestra vida de chicas no está en absoluto ligada a esta fantasía. No obstante, la pasamos intentando encontrar la felicidad siguiendo estos modelos de película gringa, en la creencia casi dogmática de que después del sufrimiento llegará el amor verdadero. Quizá por eso existe en gran medida el maltrato a la mujer: entendemos que tras un tortuoso camino alcanzaremos el paraíso junto a ese hombre que no nos respeta. ¡Pero bueno!, ese no es nuestro tema. El punto es: ¿existe realmente la posibilidad de encontrar lo que buscamos?
Lo que queremos es difícil de comprender para los hombres. Consideran que las mujeres somos indecisas y por tanto, cambiamos de parecer constantemente. Lo cierto es que en el plano amoroso, acostumbramos a vivir la relación principalmente desde la emoción: sin embargo, también razonamos cada palabra, gesto o detalle. (Clásica es la pregunta: "¿Realmente me querrá?") Quizás el éxito de nuestra búsqueda pase por equilibrar razón y emoción. Cosa difícil, ya que implica algo que nos resulta complejo: dejar que a veces sean los actos los que hablen.
Una mujer siente el amor generalmente de forma y a ritmo distinto que el hombre. Percepción mal utilizada por algunas para - en cierto sentido - “medir el amor”. Este es un lenguaje universal, por lo tanto, es incorrecto decir que si haces tal o cual cosa me amas más o menos.
La forma de amar está determinada por el carácter de la persona. La lógica femenina parece ser: “Yo necesito que me amen como quiero, no como tú lo haces”. Por ejemplo, cuando en una relación ella expresa: “Tú nunca me dices que me quieres”, claramente se refleja su necesidad de oír ciertas cosas; sin embargo, no nos preguntamos si a él se le hará más sencillo demostrar este sentimiento con hechos que con palabras. Y he aquí la paradoja: la chica no siente el amor porque él no lo demuestra como ella necesita, pero él sí la ama de la forma en que sabe hacerlo. Ejemplificando, un tanque de agua sólo se llenará con este elemento - no con otra cosa -, porque está diseñado para ser así. Si se le echa alimento, lo más probable es que falle. Así ocurre con el amor: el estanque de ella sólo será llenado cuando se cumplan sus expectativas.
La pregunta es: ¿De qué forma podemos conciliar nuestras expectativas con el amor que recibimos? ¿No será mucho más fácil transar y ver, con la mente fría y sin adornos, la realidad de lo que tenemos más allá de lo que esperamos? Les dejo esa reflexión.