Mientras viajaba en micro hacia mi pega, detuve la mirada unos instantes en los trabajos de demolición que se desarrollan a pocas cuadras de distancia. “Será para construir un nuevo edificio”, pensé, aunque nada anuncia aún la inminente presencia de un gigante de concreto. En el lugar solían funcionar viejos almacenes; esos clásicos negocios de barrio en donde era posible comprar hilos, agujas y útiles de aseo. La última vez que pasé por ahí y vi uno en funcionamiento, poco quedaba del éxito que tenía en los ’80: Lucía deteriorado y añoso; casi tanto como su dueño, quien, no obstante, aún no perdía su característica amabilidad.
Comencé a recordar, entonces, las muchas construcciones que han desaparecido ante mis ojos desde que era niña. O que, simplemente se han ido, dando paso a nuevos rubros. Recuerdo que en los paseos que daba con mi abuela durante mi infancia, ella me mostraba los negocios y casas cercanos, señalándome qué había en esos espacios antes de ser lo que en la actualidad. Hoy yo podría perfectamente hacer lo mismo con mi hijo. ¡Cuánto ha cambiado Santiago en las últimas décadas! Tan sólo en el centro podemos encontrar varias muestras del paso de los años.
Recuerdo que en Paseo Ahumada y Huérfanos era posible encontrar los Savory 1, 2 y 3. ¡Clásicos! Solía celebrar mis cumpleaños en ellos, particularmente el de Ahumada, donde hoy funciona una multitienda. Cuando voy allá, aún me es posible identificar el lugar en que se encontraba el Wurlitzer en el cual programé varios temazos de Bon Jovi. También recuerdo el sector donde se situaban las mesitas. Yo siempre pedía una copa infantil que tenía forma de Payasito.
Otro lugar que visitaba frecuentemente (antes de que las ya posicionadas cadenas de comida rápida se masificaran) era el Burger Inn. ¿Cómo olvidarlo? Estaba en Paseo Ahumada, justo donde hoy hallamos otra multitienda. Al visitarla, ya poco y nada queda del viejo Burger. Recuerdo con añoranza los combos “Rover”, además del clásico y exquisito batido. A mi memoria también viene el Café Paula (en la esquina de Mac Iver y Agustinas) y sus maravillosos pasteles. ¿Quién no pasó alguna vez por ahí y se tentó con sus delicias? También recuerdo el tiempo aquel en que el Edificio Eurocentro no era el paraíso otaku y gamer que hoy es; vendían, simplemente, ropa normal y era lo más parecido a un mall en pleno corazón del centro. (Yo alcancé a comprar unos vestidos en la ya extinta Boutique Cristy’s)
Para terminar con mi paseo por la memoria, quisiera evocar la maravillosa tienda Village (hoy reemplazada por la cadena Happydays). Para mí era un lugar de ensueños. Vendían cuadros, lindos peluches y esquelas. ¡Cuántas de ellas no compré, para coleccionar e intercambiar! La tienda también era un must cuando de elegir tarjetas de saludo se trataba. ¡Qué tiempos! En definitiva, puedo decir orgullosamente que – tal como antes mi abuela – hoy soy protagonista del paso del tiempo. ¡Y puedo dar testimonio de ello! (Cof, cof, aún cuando siga joven y vigente, jaja) Después de todo, qué bonito es observar el progreso, recordar el pasado y comparar. ¡Cómo ha cambiado mi Santiago Querido!
Y tú, ¿has notado cómo ha cambiado tu ciudad? (cualquiera que sea) ¿Tienes algún recuerdo que compartir?