Todas hemos tenido días en los cuales nada funciona y odiamos al mundo. Al igual que Mafalda, quisiéramos que lo detuviesen para podernos bajar. ¡No sabemos de qué forma ni con quién descargar nuestra ira! (¿Les suena familiar?)
Lo único que buscamos es que alguien escuche, en silencio y sin interferir, nuestra larga lista de quejas: los hijos olvidaron una tarea importante, omitieron una información del colegio, el computador no funciona, Google no te da lo que pides, tu pololo no llama, nadie te comprende, el dinero no alcanza (o peor aún, lo perdiste)… ¡En fin, motivos sobran! Quizás el sólo hecho de verbalizar nuestras “desgracias” nos permite sentirnos un poco más livianas. El problema es lo mucho que cuesta encontrar a esos oídos solidarios: los hombres suelen – por chip o disco duro – buscar soluciones a nuestros dilemas y nosotras ¡lo último! que queremos es que nos regañen e indiquen qué debemos hacer. Sólo necesitamos ser escuchadas, contenidas, abrazadas.
Aquí cumple un rol fundamental la amiga del alma, aquella que siempre está para brindarnos ese apoyo indispensable. Las mujeres estamos diseñadas para escuchar en silencio y simplemente, “apapachar”, decir la palabra precisa de que el otro requiere. Pero… no siempre. ¿Qué ocurre si, por una desafortunada conjunción astral, ella también está odiando al mundo? Una de dos: o terminamos oyendo sus propias desgracias y hundiéndonos más o simplemente no sintonizamos.
¿Y entonces, qué hacer? ¡Facebook! Perfecto desahogo cuando estás que revientas. Sólo que a muchos les resulta antipático leer quejas en la red social (y claro, publicar tu rabieta no es lo más top y sensato que hay… ni que de ellas se enteren tus jefes, familiares y conocidos). Además, para qué estamos con cosas: algunas abusan de este recurso.
Queda entonces la inefable opción que es el deporte: salir a trotar, caminar, practicar aerobox o danza árabe… ¡Y voilá! Quedas como nueva. Hasta los pajaritos cantan más bonito. Lo importante es exteriorizar la rabia, ¿no les parece? O leer notas como ésta, que les acompañan – humildemente – a sentir. ¡Porque no estamos solas en nuestras pataletas! Es parte de nuestra esencia de mujer.
Y tú, ¿cómo haces para calmar la ira?