Tristemente me he dado cuenta de que tras pasar los 30 años, perder peso se ha convertido en una tarea titánica. Recuerdo con nostalgia aquellos luminosos días de mis 20 y algo, cuando me bastaba una dieta de dos semanas para reducir el volumen corporal rápidamente. He intentado todo: las mismas dietas de mis buenos años, danza árabe y ejercicios localizados, pero la balanza porfiada insiste en marcar números antipáticos. Entonces, ¡horror! ¿qué hago? La grasa se está convirtiendo en una espantosa versión de Terminator: no puedo eliminarla.
De acuerdo con mis investigaciones, lo que me pasa tiene se explica en que mi cuerpo - como el de todas las treintañeras - ha cambiado. A medida que cumplimos años, se reducen nuestros niveles de testosterona. Esta es la causa de que en nuestra tercera década de vida, perdamos gradualmente musculatura y reduzcamos la velocidad de nuestro metabolismo. Para ello, los expertos recomiendan insistir con los ejercicios aeróbicos sin perder constancia hasta obtener los resultados requeridos. Además - señalan - conviene acompañar la referida rutina con una dieta hipocalórica. ¡Y ojo! No hay que hacerle la cruz a los carbohidratos: cuando no se acompañan de salsas, son alimentos que sacían mucho, factor que pone en off nuestro modo “Pacman”.
Tampoco conviene descartar el consumo de materia grasa. ¡Solemos tratar a los alimentos que la contienen como si fueran criaturas infernales! Y la verdad es que necesitamos las vitaminas que nos aportan (A y D) y los ácidos grasos insaturados para que células nerviosas y cutáneas se mantengan en buen estado. Por esto, es muy recomendable su consumo moderado.
Lo ideal es entonces - además de inscribirte en unas entretenidas clases aeróbicas (el aerobox, personalmente, me parece ¡top!: útil y entretenido) - hacerte un tiempo y visitar a la nutricionista. Ella te dará una dieta balanceada, ideal para tus necesidades y requerimientos alimenticios. Pero en tanto vas, puedes seguir algunas de estas sanas sugerencias:
Desayunos: Es la comida más importante del día. De ella dependerá que sientas apetito desmedido o no durante el resto de la jornada. Toma un té o un café - o bien una deliciosa leche con plátano - y acompaña con unas tostadas con queso light o un kiwi.
A media mañana: ¡Siempre nos dan ganas de “picar” mientras revisamos los pendientes! Prefiere entonces un sandwich en pan de molde (¡sin mayonesa ni mantequilla!) con queso o atún. Y, más sano aún, puedes comer una manzana o un yogurt light.
Cena: Almuerza normal (entiéndase no pollo asado con papas fritas ni mega hamburguesa) y en la cena, come una abundante y exquisita ensalada con aderezos.
Por último, procura dormir adecuadamente, ya que la falta de sueño modifica las secreciones hormonales, favoreciendo la grasa y el aumento de peso. Y no olvides que a pesar de los problemas que tengas con la balanza, los treintas son una edad muy linda, en que todos nuestros proyectos vitales comienzan a tomar forma y convertirse en realidad. Así es que ¡disfrútalos y no dejes que esos molestos kilos extra le resten alegría a esta etapa!