Soy súper golosa y, a pesar de que trato de medirme, me encanta comer, en especial dulcecitos, galletitas, sanguchitos, pasteles; en fin, ¡puras golosinas!. Supongo que por eso mi comida favorita desde que tengo memoria ha sido la once: ese preciado momento a eso de las 6 de la tarde - que además de constituir una merecida pausa alimentarias en nuestros quehaceres diarios - es un momento de relajo y disfrute. Es un instante exquisito - sea estando solos o acompañados - donde podemos escoger con más libertad qué es lo que queremos comer: un rico café con leche, una buena taza de té, un trozo de pastel, unas tostadas con mantequilla derretida o un sándwich de jamón-palta… Llas posibilidades son enormes y variadas, y todas lo suficientemente ricas para dejarnos una sonrisa en la cara por el resto de la tarde, ¿o no?
Es por eso que me cuesta creer que en otros países el momento de la once no esté constituido como una comida “oficial”, y que no hayan rituales asociados a ésta; en muchas partes de Estados Unidos, por ejemplo, las personas pasan del almuerzo a la cena (que es bastante temprano) sin comidas intermedias, mientras que en Francia (por mencionar una cultura que estoy aprendiendo a conocer) sólo toman una pequeña “merienda” a eso de las 4, que consiste en un café y alguna cosita dulce para acompañar. Todo a la pasada, sin sentarse, sin reunirse, sin rito alguno.
En Chile, por el contrario, la once (aunque a algunos les parezca “fea” la palabra y prefieran llamarla “hora del té”) es un evento social y familiar que nos une: nos hace compartir, disfrutar e incluso celebrar el hecho de comer todos juntos. ¿Quién nunca organizó o asistió a esos cumpleaños-tecito llenos de galletas, dulces, sanguchitos y cosas ricas para picotear? ¿O disfrutó de esas grandes onces familiares con queque de la abuela y un buen pan con huevo revuelto? ¿Y quién no ha tenido esas maravillosas y reponedoras once-comidas, todos apatotados entre pasteles, pan caliente, queso de cabra y otras delicias, después de un largo e intenso día en la playa? Son esas cosas, sencillas y cotidianas, las que para mí hacen de la once uno de los momentos más especiales del día. Y estando lejos la recuerdo como uno de esos pequeños pero verdaderos placeres de la vida.
Y ustedes ¿qué piensan de tomar once? ¿Tienen algún recuerdo importante de esta tradicional comida chilena?
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