por Bárbara Roco Palacios
¿Quién no conoce a una persona que pasa pendiente de su celular todo el día? Nosotras mismas podemos ser protagonistas de esta imagen que tan familiar nos resulta, gracias a los avances de la tecnología.
Cuando me regalaron un celular por primera vez tenía 13 ó 14 años y el uso que le daba era muy básico: hacer y recibir llamadas, jugar, ver la hora y esas cosas. Se los pedí a mis papás porque era algo novedoso y parecía muy entretenido, pero al tenerlo la verdad es que no le presté mayor atención . Sin embargo hoy estoy lejos siquiera de poder ignorarlo. Y es que esta realidad se ha expandido en nuestra sociedad y ejemplos de ello hay muchos: en la micro, en la universidad, en el trabajo, andando por la calle, cuando comemos e incluso al encontrarnos en un ambiente social activo. Nuestra dependencia a este aparato es preocupante, ya que ha determinado nuevas formas de comunicación entre las personas - especialmente los jóvenes - quienes prefieren mantener una interacción virtual a una real.
No se trata sólo de las innovaciones tecnológicas surgidas durante el siglo XXI - las cuales han facilitado el acceso y desarrollo de la comunicación -, sino que además contamos con la influencia de las redes sociales, que han provocado un cambio profundo en la manera de relacionarnos. Facebook, Twitter, Instagram y Pinterest son algunas de las aplicaciones más representativas y con más adherentes que han respondido positivamente a este fenómeno.
Sobre el estado de dependencia que nos genera el pasar constantemente conectados, surgen ciertos cuestionamientos respecto a que afecta abiertamente las relaciones humanas y determina nuestro estado de ánimo. También nos produce la permanente sensación de ser participes de una falsa interacción, añadiéndole a esto los sentimientos de soledad y desilusión que nos pueden producir los contenidos que recibimos.
El estudio de "24 horas sin medios sociales", del Internacional Center for Media & the Public Affairs de la Universidad de Maryland, reflejó que la mayoría de los estudiantes son incapaces de desconectarse durante un día completo, abriendo paso a la pregunta: ¿cómo se comunicarán las generaciones venideras? Mentiríamos si dijéramos que las redes no han sido de gran ayuda, pero ¿cuál será el costo que habrá que pagar por ellas?
Y ustedes, ¿ya son víctimas de la hiperconexión?