Por Jessi James
Puedo sonar algo ermitaña, esquiva o antisocial, pero la que ha tenido la oportunidad de viajar sola sabe lo grato que es.
Mi primera experiencia la tuve hace aproximadamente cuatro años, a comienzos de diciembre. No sé el porqué, pero en mi mente estaba la fijación de conocer el Valle del Elqui (IV Región y muy cercano a La Serena). Llegué al Terminal de buses de la ciudad, con mi mochilita al hombro y tomé una pequeña micro que me llevó hasta Pisco Elqui. Sólo puedo decir que llegar allá fue mágico, pese a lo mareada que bajé de tantas vueltas que dio la micro. Al llegar, me dormí casi de forma instantánea: de hecho caí rendida en la plaza del pueblo, tal cual, como vil borrachín.
Desperté y comencé a buscar dónde quedarme; aunque ya algo había visto en la web. Llegué al Hostal Triskel, con las tres B: bueno, bonito y barato,desayuno incluido, pieza sola y baños impeques.
La verdad es que me fui por cinco días, y los dos primeros sólo dormí. Quizás fue la altura o la influencia mística del cuarzo que se encuentra en sus cerros. Cuando mi cuerpo ya se había aclimatado a tanta magia, decidí buscar qué cosas eran buenas para hacer y llegué a Turismo Migrantes, donde ofrecían expediciones en cabalgata o bicicleta. Justo estaban organizando ir esa noche al observatorio de Mamalluca, no lo pensé y me dije ¡VOY!
Llegué allá y se me apretó el pecho de sólo sentir que casi podía tomar una estrella. Un guía nos dio una pequeña charla respecto al universo - algo rápido, pensado en los turistas - y finalmente ¡a ver los astros! A través de los distintos telescopios, pude contemplar los planetas y la luna. Cada vez me convencía más del porqué mi yo interior me decía "¡Ve a conocer Elqui y sus alrededores!".
Al día siguiente me fui a Cochiguaz, pueblito que me recomendaron unos hippies /orfebres / "a pata peláh" que conocí en mi periplo. Llegué y empecé a caminar, rodeada de cerros y árboles para llegar al Spa (homónimo del pueblo) ¡lindo, lindo!. Aproveché de hacerme un masajito, (era lo mínimo en un lugar tan místico) pero con el plus de que la niña que me lo hizo aplicaba técnicas milenarias, aceites esenciales, aromaterapia y música de los dioses. ¿Que más se podía pedir?
La última noche en el Hostal (después de haber participado en una fiesta onda Woodstock con unos cincuentones alocados y haber intentado tomar el camino a Alcohuaz) se hizo un asadito, en el patio. Como es típico alrededor de una fogata, comenzamos a contar cuentos de terror o historias para no dormir... ¡Qué gran viaje fue! Chicas atrévanse a viajar solas ¡Es lo más!, sólo dependes de tus tiempos y gustos. Simplemente, ¡tienen que vivirlo!