por Doremi
Siempre me cargaron esos pololeos en que los protagonistas se la pasaban terminando y volviendo a cada rato (mucho show y drama para mi gusto). Y ufffff....qué típico era ver eso a los 16 años. Es por eso que me prometí nunca ser de ese tipo de pareja, y que cuando decidiera terminar - o me patearan - sería definitivo. Y así lo hice. Ese planteamiento (entre otras cosas) me hizo tener relaciones bastante estables y duraderas (aunque debo confesar que no han sido tantas).
El asunto es que nunca hay que decir nunca, valga la redundancia. Tuve una relación de 4 años: al principio todo era color de rosas, pero - sin darnos cuenta - caímos en la dinámica que repudiaba: terminar-volver-terminar-volver. Y en esos periodos en que estábamos separados (que eran muy cortos) no hubo terceras personas involucradas ni nada: simplemente nosotros y nuestros genios insoportables.
Sé que dije que nunca me convertiría en ese tipo de pareja, y de verdad que todavía me carga el estereotipo. Pero pasaba algo muy especial: aunque teníamos nuestras diferencias y tratábamos de separarnos, no podíamos; era como si hubiese una especie de imán entre nosotros, que nos hacía anhelar volver. Este magnetismo al que me refiero nunca me había pasado con nadie y tal vez por eso que era tan difícil decir: "adiós para siempre".
¿Será que las personas estamos destinadas a estar separadas - o con alguien específico - y somos tan tozudas que nos rehusamos a verlo?