Cuando crees que las cosas no pueden salir peor, la vida siempre nos sorprende. Es como la “Ley de Murphy”: si empiezas con el pie izquierdo, las acciones del día parecen confabular en tu contra. Sin embargo, no hay de qué preocuparse: la vida no es perfecta y el tiempo se encarga de superar todo. Te aseguro que más de alguna vez has tenido un mal día, pero no dejes que eso te deprima.
Un mal día empieza más o menos así: primero, pasas una mala noche por la bulla de los vecinos o porque te desvelaste trabajando. Despiertas y te das cuenta que es tarde. Te apresuras en preparar todo y el desayuno te queda atravesado en la garganta. Sales con un sándwich y se te cae en el camino o en la ropa. Llegas a la oficina y tu jefe está odioso o esperándote con un montón de trabajo.
En ese momento, hay que parar. No es que todo esté mal para ti: hay muchos en el mundo que han tenido o tendrán un día así. Lo importante es que sólo consta de 24 horas y pasan rapidísimo. Verás que mañana será mucho mejor. Afronta esa nueva jornada con el mayor optimismo posible, ya que tener un buen día sólo depende de ti.
Usa el humor para esfumar esa nube negra sobre tu cabeza. La risa es el recurso perfecto para superar un mal día, donde acostumbramos ver todo negro. Tómate las cosas como anécdotas, sin culpar a los demás por tu mala racha. En momentos como estos tendemos a desquitarnos con todo lo que nos rodea, lo que no es más que un grave error, porque nadie tiene la culpa de lo que pasa. Es sólo una seguidilla de eventos desafortunados que parecen juntarse y causar el maldito colapso. Una buena conversa con una amiga, la familia o el pololo puede ser la solución en estos casos. La ayuda siempre es bienvenida, más si viene de gente que nos quiere y sólo desea vernos felices.
Toma unos minutos de tu tiempo y relájate. Respira hondo, cierra los ojos y aprecia lo bueno que tienes ¡Celebra la vida! Todo pasará. Está bien fracasar de vez en cuando. Las lecciones más importantes de la vida, se aprenden cayendo. Una buena forma de aprender cómo levantar tu ánimo, independiente de la situación, es teniendo un mal día.
Esboza una sonrisa. No permitas que las situaciones miserables, te arruinen la jornada. Tu sonrisa es sagrada, no permitas que se resquebraje. No te culpes de lo que te pasa, le ocurre a muchos otros. La vida es impredecible, llena de desafíos, así que asume el reto y vívela al máximo. No hay nada que un buen baño de tina, una siesta o un regaloneo no solucionen.
¿Qué haces tú cuando tienes un mal día? ¡Estaré atenta a tus comentarios!