Cuando eres la primera de tus amigas en casarte (cosa que me ocurrió hace más de un año) es natural que muchas de ellas comiencen a hacerte preguntas acerca de lo que significa estar en una relación así de seria. Y lo entiendo; para gran parte de los veinteañeros (y algunos que ya no lo son tanto) la idea de comprometerte con una sola persona para el resto de tu vida es - a lo menos - escalofriante. Y si a eso le sumas todos los mitos e historias que hay sobre la vida formal en pareja (como que cuando te casas nunca vuelves a ser libre, que tienes que compartirlo todo o que pierdes tu individualidad), es de entender que cada vez haya menos gente que quiera contraer el sagrado vínculo.
Pero para serles bien honesta, no todo eso que cuentan es falso, aunque eso no significa algo necesariamente malo. Les voy a contar mi experiencia: si bien cada persona, pareja y matrimonio son diferentes (por lo que no sacamos nada haciendo esas generalizaciones de filosofía matrimonial barata) lo que sí puedo afirmar es que cuando estamos enamorados sentimos que los días se nos hacen cortos para disfrutar con esa persona especial, que no hallamos la hora de que el tiempo avance para vernos nuevamente y que lo único que queremos hacer es pasar cada momento juntos. Cuando te casas (o formalizas tu relación yéndote a vivir en pareja) ese momento al fin llega y nunca se termina.
Es cierto, el matrimonio sigue siendo una relación como las otras; vas a tener días peores que otros, vas a discutir, y probablemente no todos los hábitos de tu pareja te van a volver loca de amor, pero ¿acaso no es natural? Al igual que una, nuestra pareja no es perfecta y mientras no se “equivoque” en cosas que ustedes hayan manifestado como importantes para su relación, no vale mucho la pena calentarse la cabeza por si dejó la tapa del baño arriba o apretó mal la pasta de dientes; lo importante, a mí parecer, es no perder la fe en que esas pequeñas cosas se pueden solucionar fácilmente conversando, sin guardarse temas o rencores que después salen a flote sin ninguna razón.
Porque si las cosas salen como una espera, casarte es algo que harás una sola vez en tu vida, y vale la pena dedicarle tiempo, amor, comprensión, comunicación y todas esas cosas que nos enseñan las abuelas, que algo de razón deben tener después de todo, ¿no creen ustedes?
Finalmente, como me dijo mi querida madre el día de mi boda, el matrimonio no comienza con la fiesta o la ceremonia, sino al otro día que te casas, y es un camino que se hace mucho, mucho más fácil y exitoso si ambos lo recorren al mismo paso y en la misma dirección.
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