Cuando era pequeña, solía pensar que mientras dormía o volvía la espalda a mis juguetes, éstos cobraban vida. Y aquellas noches en que no podía conciliar el sueño - aún con ganas de seguir mis juegos infantiles - me obligaba a descansar pensando en que para mis muñecos mis horas de sueño eran la instancia de conversar un rato y estirar las piernas. ¡Me entretenía imaginar las formas en que se divertían durante mi ausencia!
Por lo anterior, las tres entregas de “Toy Story” causaron mella en mí. Porque así concebía el mundo de mis amigos inanimados en mi imaginario infantil. Eso, sumado a que al igual que el pequeño Andy - y la mayoría de ustedes, queridas lectoras - tenía a mi favorito: Javierito, un pequeño oso de peluche con una simpática expresión en su rostro y ojos llenos de ternura. ¡En todas las fotografías de aquellos años, él aparece junto a mí!
Javierito era un oso muy bonito - pese a su tamaño - y por lo mismo, siempre llamaba la atención de otras niñas, lo cual ¡me hacía hervir de celos! Porque él era sólo mío y me daba rabia que otras lo miraran queriendo tenerlo. (Desde chica, cuidando mi terreno, jaja). Mi fiel compañero de felpa me acompañaba dondequiera que fuese: de vacaciones, a la playa, a comer a un restaurante o a los juegos ¡era mi inseparable y fiel camarada!
Con las cintas animadas de Disney, recordé mucho a Javierito. Lloré a mares en la tercera parte y final, cuando Andy y Woody se despiden en un acto que simboliza el paso del chico a la etapa universitaria, dejando atrás su querida infancia. Claro que, en lo personal - y sí, debo decir que mantengo cierto apego a aquellos años dorados, donde los problemas eran de mentira y mi papá aún vivía para alegrarme con sus juegos - a mis 30 y algo todavía conservo a Javierito. Más viejito, evidenciando en la calidad de su felpa el implacable paso del tiempo, rebautizado como “Koda” y con su tierna sonrisa descocida, ha sido el fiel amigo de mi pequeño hijo. Y lo mejor es que cuando me veo reflejada en sus brillantes ojitos, puedo ver a la niña que fui y que hoy llevo dentro.
Y tú, ¿conservas a tu muñeco favorito de la infancia?