por Invierna
La amistad es tan rara como común. ¿Qué locura, no? Pero es cierto. Amigos encontramos en todas partes, gente con la simpatizamos y a quienes nos interesa conocer. Personas con las que pasamos muy buenos momentos, y con quienes nos olvidamos de los problemas por un rato.
Pero aún así, es rara esa "gran amistad". No sólo la que tiene tiene miles de años, si no también esa que puede llegar a ser tan profunda como una historia de amor.
Pero todo es cíclico y las "grandes amistades" también pueden terminar. Quizás se disuelvan en el tiempo, dejándonos recuerdos agradables y añoranzas de esos años y otras veces, algún sentimiento de malestar. En algunos casos, el final es apoteósico: con grandes peleas y enfrentamientos, hecatombes que nos dejan heridos, donde nuestro "amigo", se transforma rápidamente en nuestro enemigo. O también pueden ser finales sin final. Sólo el corte de la relación. Así, sin razón. O por lo menos, no una que valga la amistad. A mi entender, esos son los más dolorosos; los que te dejan un sabor amargo en la boca y una confusión en el corazón.
Es difícil la ruptura de una gran amistad, de igual manera que lo puede ser la de una relación amorosa. Y las secuelas que deja suelen ser similares también. La gran diferencia es que, a mi parecer - y a riesgo de ser polémica -, en el 90 % de las veces la amistad se puede recuperar. Tal vez pasen años, y mucha agua bajo el puente, o tal vez no sea necesario tanto tiempo: sólo necesitamos darnos cuenta que, aunque puedan haber razones suficientemente fuertes como para romper una amistad, no existe razón valida alguna para mantener a dos grandes amigos separados.
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