La pasada primavera dejó unos cuantos coletazos en mi vida: deudas por ropa nueva, una pequeña alergia al polen y una mini-crisis personal a raíz de la exitosa temporada de bodas y matrimonios que vivió mi círculo cercano. Efectivamente, este año varias de mis amigas dieron el siguiente paso en la vida de pareja. Independiente del nivel alcanzado por cada evento (obvio que ninguno fue de las proporciones de los matrimonios vistos en Fox Life o Home&Health) todos tuvieron en común un pequeño factor: lograron hacerme sentir pésimo por llevar varios años de relación seria y aún no estar comprometida.
No piensen que exagero: hay algo, una convención social, que me dice que ya estoy en la etapa de la vida en que hay tomarse las cosas más definitivas y permanentes. El problema es que este pensamiento me tiene esperando con el vestido arrugado en la cartera a que mi pareja se llene de valor, saque un anillo del bolsillo y me proponga matrimonio. Lo malo es que al parecer todavía le falta harto para participar en esta escena.
Mi caso no es en base a mi edad, sino a la etapa en que estamos: salimos desde adolescentes, llevamos años como pololos oficiales, tenemos todo un círculo social en común y ya vivimos juntos ¡Incluso estamos pensando en adoptar un perro! Entonces, ¿qué está esperando? ¿Querrá que yo sea quien dé el primer paso?
Nunca había pensado en la extraña posibilidad de ser quien formule la petición. La "ventaja" que nos da el ser pareja consolidada es que - al margen de la falta de romanticismo y pudor -, hay confianza y honestidad excesiva. Ahora que lo pienso, me sorprende darme cuenta que yo - una mujer fuerte, independiente, segura de sí misma, con un sueldo estable y altamente valorada en su entorno social- no me haya atrevido a tomar la iniciativa en pos de aquello que tanto espero.
Entonces, ¿Le puedo pedir matrimonio? ¿Es bien visto en las mujeres hacerlo?
Creo que mi nuevo pensamiento pro-neo-feminista me obliga a plantear esta pregunta desde otra perspectiva: si soy tan exitosa e importante como mencioné, él es tan ... bueno... ¡es harto mino! y juntos somos una pareja más que seria, ¿Por qué no puedo sacar de la misma cartera en la que llevo el vestido un pequeño anillo simbólico que acompañe la pregunta del millón?
Al igual que hacemos con los zapatos viejos y el polerón hecho trapero, hay momentos en que las cosas pasan de moda y necesariamente hay que hacer un cambio: erradicar lo viejo y dar la bienvenida a lo nuevo. Asimismo, es tiempo de renovar nuestro closet de costumbres por uno más actual y vanguardista, que no sólo siembre la envidia entre tus amigas, sino que también sorprenda a tu hombre. Él, independiente de que esté listo o no, deberá asumir que su polola si quiere - y necesita - transformarse en algo más. Si aún no se atreve a llevar la relación al siguiente nivel significa que, claramente, confía en que el progresismo de su pareja lo hará por él. ¿A quién vamos a engañar?, si no fuese porque las mujeres aceptamos tomar las riendas de ciertas cosas e imponer nuestras opiniones, la mitad de éstas simplemente no sucederían. Y, ¿quien sabe?, puede que esta tendencia se transforme en una nueva moda, más popular que el Little Black Dress y más transgresora que la creación de la mini falda. ¿No creen?
Y tú, ¿te atreves a pedirle matrimonio a tu pareja?