¿Existe algo mejor que una conversación estimulante? Sentir esa exquisita conexión con tu interlocutor, aquella en que los temas fluyen y el tiempo pasa sin darte cuenta. Sucede rara vez - y no con cualquiera -, que te involucres en una buena charla que te saque del mundo. Y cuando eso pasa, ¡Uff! Es como si nada más importara.
Si “conectas” con una persona que te fascina intelectualmente, puedes conversar por horas sin que su paso resulte tedioso. Al contrario, el tiempo transcurrido te parece un suspiro y quedas indefectiblemente con ganas de más. Así es, porque este tipo de diálogo suele volverse adictivo, así como la compañía de aquel con quien lo compartes.
Ojo, no estoy hablando sólo de nuestro tipo de relación favorito (hombre y mujer): puede darse entre amigas, con un hermano o tus padres, un profe, tu jefe o un extraño. El requisito es que el nivel de profundidad que la conversación alcanza, los puntos en común que descubres tener con el otro, el grado de identificación y la forma en que dicho intercambio verbal te nutre, hagan la experiencia ¡fantástica! Personalmente, compartí estas conversaciones con mi pololo en la época en que nos conocimos, y de ahí en más en ocasiones incontables. Pero también me ha pasado ciertos días, con personas X, que me han hecho pasar de una jornada ordinaria a otra extraordinaria. Por ejemplo, un viaje en bus en que mi compañera de asiento hizo que el recorrido fuese extremadamente agradable.
Generalmente, me llaman la atención aquellas personas con las que siento tener mucho en común: temas de interés y material para una conversación ¡de aquellas! Porque ¿sí o no que es increíble tenerlas?
Y ustedes, ¿cuántos de estos diálogos memorables recuerdan?