Tener tu propio espacio es un privilegio inigualable. Para mí lo más destacable fue el silencio y disfrutar de la soledad, en especial porque me encanta escribir.
Todo comenzó cuando con mi pololo decidimos vivir juntos. Ya llevábamos cinco años de relación y queríamos comenzar una vida en común en nuestra propia casa. Averiguamos los subsidios que daba el Gobierno y postulamos a uno que financiaba parte del innmueble que eligiéramos. Así empezó la búsqueda.
Los dos éramos de Viña del Mar; sin embargo, esta ciudad nunca me gustó, especialmente por su clima helado durante todo el año. Por eso convencí a mi pareja de buscar en comunas del interior, pues eran más cálidas y apacibles. Al respecto, quienes hayan pasado por esto me entenderán, porque buscar la casa ideal es casi imposible. Hay que acomodarse al presupuesto, el sector debe ser armonioso, tranquilo y la casa - por supuesto - tiene que ser bonita. Recorrimos calles por meses, hasta que por medio de una corredora de propiedades encontramos una alternativa que ajustaba a todos nuestros requerimientos. Necesitaba varios arreglos, pero sinceramente era perfecta.
Así, después de hacer todos los trámites, la casa fue nuestra, no sin antes pasar un mal rato con los arrendatarios que no querían dejar el lugar. La verdad, nos costó bastante solucionar la situación, por eso fue muy emocionante cuando al fin pudimos instalarnos. ¡No podíamos creer que ya disfrutáramos de nuestro propio espacio! Aunque no estábamos solos, porque venían con nosotros Archibalda - la gata regalona de quien ahora es mi marido - y Tribilín, el perro que adoptamos unos meses antes de cambiarnos.
De este modo, comenzamos la historia de nuestra familia. Ya han pasado cerca de cinco años y si bien aún somos cuatro, la casa ha cambiado bastante. Realizamos varias modificaciones al momento de llegar: pavimentamos el patio y cambiamos el piso interior. Con el tiempo hemos renovado algunos muebles y hoy tenemos en mente remodelar una pieza para darle un uso más práctico. En realidad, los cambios y los arreglos nunca terminan en una vivienda y supongo que esa es la gracia: hacer planes a futuro, contar con un proyecto juntos. Y tener tu propia casa te da esa libertad de idear, de soñar.
En lo personal, me encanta comprar artículos de cocina (aunque no los ocupo tanto): Jarrones de todos colores para el té, individuales originales, sartenes de todos los tamaños, diferentes cucharones para la ensalada y fuentes de distintos diseños. También me fascina la ropa de cama: las sábanas de estampados florales, los cojines y las mantas. ¡En fin!, creo que es muy común en las mujeres comprar este tipo de cosas, para darle ese toque de personalidad a la casa, ese ambientación que hace a este espacio algo único.
Y tú, ¿cómo recuerdas la experiencia de tener tu propio hogar?.