¿Alguna vez les ha pasado que, cuando conocen a alguien, por alguna extraña razón sienten rechazo hacia esa persona?
Pues a mí sí. La verdad, no es algo que me suceda seguido, pero las veces en que he sentido este “rechazo”, el tiempo me ha demostrado que ese “sexto sentido” no fue “tirado de las mechas”. A mi hermano le pasa lo mismo, de hecho, le ha ocurrido con las mismas personas que a mí… es como si ambos viéramos un poco más allá y notáramos que la compañía de algunos, realmente no será fructífera. Mi mamá nos dice que somos medios “brujos”; yo le llamo “observación”.
Lo mismo pasa cuando te topas con gente que es negativa: esas personas que todo el tiempo se están quejando por algo, o bien, viven la vida en un estado de negación y rabia constantes. Claramente, esa actitud no es porque sí: todos tenemos problemas, a todos nos toca duro, a veces recaemos con las mismas cosas que antes nos hicieron sufrir e incluso, vivimos situaciones que nos “cagan” más la onda, pero nadie dice que las cosas sean fáciles y debemos aprender de las experiencias. Igual debo admitir (de una manera un tanto egoísta, porque sí, lo somos), que cuando conozco personas que están pegadas en lo malo que les pasa, intento alejarme, ya que siento que con esa mala vibra me están robando mi energía y eso me cansa (literalmente). Con las plantas pasa lo mismo, ¿se han dado cuenta que de un rato a otro éstas se mueren y no sabes bien el porqué? Probablemente esto se deba a que alguien absorbió su fuerza y las debilitó al punto de que ya no se podían mantener en “pie”, con lo que acabaron por marchitarse.
Estaba leyendo un artículo en el cual se habla de este tipo de personas y resultó que - en efecto -, los menos tolerantes a las malas energías tendemos a alejarnos para proteger nuestra burbuja de bienestar, la misma que nos otorga tranquilidad mental y estabilidad emocional. Todos tenemos días en los que amanecemos “pateando la perra”; sin embargo, si tenemos presente que necesariamente debe haber un cambio de actitud frente a esas jornadas difíciles, podremos disfrutar de mejores estados de ánimo en menos tiempo. La conciencia puede convertirse en nuestra mejor aliada; de hecho cuando funcionamos en base a ella, tenemos la posibilidad de apreciar más las cosas que nos rodean. Suena super Zen mi comentario, pero es verdad.
Cuando tengo días “pencas”, trato de tener noción de que ese malestar que siento tiene que ver con mi actitud mental, y al darme cuenta de ello cambio el chip y me comienzo a sentir mejor. Obvio, hay cosas que te empapan la cabeza con pensamientos que odias tener y es inevitable sentirse mal un rato, pero ¡ojo! a veces eso también ayuda porque te permite reflexionar sobre asuntos que te apenan (como el término de un pololeo, la muerte de alguien cercano, un problema laboral, lo que sea) y que de a poco hay que soltar. Lo importante, chiquillas, es que sepan y sean conscientes de que cuando uno deja de preocuparse y se “ocupa” de sus temas, todo conspira para que sus energías se fortalezcan y se generen buenos momentos. No dejen que las debiliten y procuren ustedes también contagiar buena energía a los demás.