Si existe algo terrible, son los gritos. Tensionan el ambiente, nos ponen malhumorados y nos impulsan a discutir (ya que si una persona te habla de este modo, lo natural es subir el tono a fin de hacerte escuchar).
Alguien muy cercano a mí trabajó en un lugar donde una persona gritaba todo el tiempo. Aunque sus palabras iban dirigidas a un funcionario específico, lo cierto es que a todos quienes allí se desempeñaban les afectaba, ya que los ponía tensos y desagradados. Es como que hablar alto y golpeado creara un escenario propicio para la discusión y discordia. ¿No lo creen?
A veces, producto de la ira, preocupación o frustración, los gritos salen de nuestra boca naturalmente. No podemos evitarlo, pero con ello predisponemos una respuesta similar por parte de nuestro interlocutor, lo que en ningún caso mejorará la situación. Lo mejor es respirar hondo y procurar hablar en tono calmo, para así no crispar los nervios a los demás y evitar que la discusión se pase de castaño a oscuro.
Porque, ¡no hay nada más bonito que entenderse civilizadamente, con respeto! ¿No les parece? Así es que, chicas. Pongamos nuestro granito de arena para lograr un clima más armónico (ya sea en nuestro trabajo o con la pareja) y veremos cómo la vida será mejor para nosotras.
Y tú, ¿también sufres con los gritos?