La vida en pareja suele ser compleja, pasando por altos y bajos. Muchas veces hay relaciones que pintan para eternas, pero que terminan de un día para otro. O peor aún, se alargan hasta ir agonizando en un mar de resentimientos y cosas peores, como infidelidades o total indiferencia hacia los sentimientos del otro.
Sin embargo, muchas veces hay parejas que realmente se aman. Tal vez no como al inicio, con esa pasión e ilusión adolescente… pero que de todas formas no conciben la vida sin el otro, aún cuando atraviesan por una (o varias) crisis que van congelándolos. Generalmente esto se presenta en relaciones largas, de varios años. Porque es difícil mantenerse juntos a largo plazo sin que se extingan algunos cartuchos: al final, todos nos perdemos en la rutina y nos acostumbramos a compartir cosas con el otro casi mecánicamente. Es en este punto donde la mayoría pierde el rumbo de lo que quiere, y muchas veces se cometen errores.
Ahora bien, creo firmemente que cada relación es como una plantita, a la que hay que regar, tratar con cariño, y sobre todo, podar cuando surgen las malezas de los problemas. Y es en acá donde muchas veces fallamos, solucionando a medias, o poniendo parches a conflictos que se van acumulando y explotan más adelante de forma realmente fea. Porque, ¡pucha que sería distinto todo si nos hubiésemos propuesto solucionar de raíz y definitivamente cada crisis o pelea!. Imagínense si fuera así: actuaríamos sin rencor, con una concepción de pareja que no tiene ningún grado de deber sobre el otro. Tendríamos un amor más libre, sin las ataduras de lo que la sociedad dice que debe ser. Si pudiéramos amar de forma más pura y menos egoísta, pensando menos en "lo que yo quiero", "lo que tú tienes que hacer por mí" o en "lo que tú dijiste"…
Está bien, es importante hacerse respetar y sentirse a gusto con la pareja. Pero hay límites, y cuando la compañía de una persona definitivamente te incomoda, no deberías permanecer mucho a su lado, creo yo. Onda, lo ideal es encontrar un compañero con el que puedas compatibilizar tu mundo, pero sin convertirlo a él en tu mundo: tener plena consciencia, además, de que estás con un ser imperfecto, al igual que tú: que se equivocará, que no siempre se entenderán en los mismos códigos, etc.
Y bueno, si estás en una relación donde consideras que aún hay amor desde ambas partes, pero han llegado a un punto en que no les es posible compatibilizar lo que quieren, siempre es bueno tomarse un tiempo. Pueden no ponerle ese nombre tan trillado y que nadie sabe bien qué significa, sino que separarse y recapacitar cada uno por su lado qué es lo que están dispuestos a sacrificar y ceder por el bien de la relación. Y créanme, si de verdad se aman y ambos están dispuestos a trabajar en serio, tienen altas probabilidades de tener éxito. Si no resulta, al menos pueden tener la tranquilidad de que dieron lo mejor de sí mismos; atesorar los buenos momentos, aprender de los malos y seguir mirando hacia adelante. Porque la vida sigue, chicas. Aunque a ratos se sientan perdidas o solas, créanme que sí. Y siempre habrá mucho más por descubrir y aprender.
Foto CC Vía EliJerma