Lo primero que diré es que, dadas las circunstancias, lo perdoné… y cuando digo lo perdoné, significa que no existe el fantasma de la infidelidad entre nosotros y pudimos construir una nueva confianza a partir del error.
Nosotros tenemos una relación de 11 años, de los cuales 5 son de casados. Ambos somos un poco impulsivos, de carácter fuerte o dominante y muy apasionados. Lo que quiere decir que cuando nos enojamos, es en serio y nos cuesta mucho dar el brazo a torcer. Cuando llevábamos dos años de matrimonio y uno viviendo solos en nuestro hogar… las peleas se empezaron a hacer rutinarias, la convivencia también. Yo no paraba de recriminarle todas las cosas que pasaban y las que no.
Él callaba la mayoría de las veces, pero su rostro reflejaba la pena o el dolor que sentía al verme tan disconforme con su forma de ser y actuar. Ya no recuerdo tan bien cuántas peleas serias habíamos tenido antes de ese día que discutimos a morir, a tal punto que el pleito terminó cuando él decidió tomar sus cosas e irse de la casa. Me parece que fue por celos, pero en el fondo era una acumulación de frustraciones y cosas que no tienen nada que ver con la gota que rebalsó el vaso, como pasa en la mayoría de los casos.
Estuvimos separados casi dos meses, durante los cuales teníamos muy poco contacto y era más que nada para hablar de nuestro hijo. Yo en realidad estaba muy arrepentida y no perdía oportunidad para pedirle que volviera, pero él estaba empecinado en no hacerlo. Hasta que una noche me llamo por teléfono muy tarde, como a las tres de la mañana y me dijo que regresaría a casa, pero que yo tenía que saber algo primero y que su decisión dependía de eso.
El momento fue terrible y para más remate, por teléfono. Me confesó que había estado con otra mujer durante el tiempo en que estuvimos separados y que estaba muy confundido, que ni siquiera estaba seguro de que quisiera volver conmigo, pero que sentía la necesidad de decírmelo.
En ese momento sentí que me caía un balde de agua fría en la cabeza, que recorrió toda mi columna vertebral como si fueran cuchillos tratando de atravesarme. Solamente colgué el teléfono. Él siguió marcándome. Como a la tercera vez le volví a contestar y le dije que no sabía qué sentir y que dejáramos esto así, pero el insistió en que no era la actitud correcta.
Se imaginarán todo lo que se me pasó por la cabeza: que era súper conveniente para él haberme engañado mientras estábamos peleados, después decírmelo y hacer como si nada, total estábamos separados; que era el peor manipulador del mundo; que no tenía que perdonarlo por ningún motivo y tenía que seguir adelante sola; que me había defraudado completamente. Sentía rabia y pena por mí misma, que había pasado el último tiempo rogándole que me perdonara y que volviera a la casa…mientras él vivía un romance.
Me alejé del mundo como una semana, me refugie en mi casa, no le contestaba el celular a nadie, no le hablaba a nadie y me ocultaba de él. Mientras pasaba por todos los estados de ánimo posibles… de sólo recordar cómo me sentía, me da mucha pena. Hasta que un día salí con mis amigas, que no sabían los detalles. Y entre risas y algunas copas les conté: algunas se atragantaron, otras me miraron y me dijeron que no me creían, que él no podía haber hecho eso, que si estaba segura. Yo medio desconcertada por su reacción, les dije que no lo había descubierto yo, que todo había salido de su boca. De inmediato comenzaron a contenerme y darme el ánimo que todas las amigas se dan en momentos así, pero aún estaban un poco incrédulas porque no se lo habrían imaginado nunca de él, al igual que yo.
Con el paso de los días él empezó a venir a casa a visitarme, empezamos a hablar de nuevo, incluso me llamaba constantemente para saber cómo estábamos nuestro hijo y yo. De a poquito nos hicimos nuevamente amigos. Yo lo amaba y él a mí, eso - para mi tranquilidad - no estaba en duda…El tema era la traición. De hecho, mientras estaba refugiada del mundo, en lo que más pensaba era en la pelea que nos había llevado a esa situación, en los momentos que pasábamos juntos riendo y haciéndonos cariño, incluso, muchas veces me sentí tentada de llamarlo y decirle que no me importaba lo que había hecho mientras estábamos separados y que empezáramos otra vez… pero no lo hice porque el orgullo siempre es más grande.
Si él me contó que me había sido infiel es porque estaba muy arrepentido y me tenía miedo. Yo creo que hasta el día de hoy se avergüenza de lo que me dijo por teléfono esa noche o de lo que quería conseguir, como si fuera un niño chico contándole a los padres que hizo una maldad pero que por favor no lo castiguen tanto porque al menos lo había reconocido. Viéndolo fríamente, en realidad cuando me contó que me había sido infiel, el hielo que recorrió mi espalda era porque sentí que de verdad lo había perdido… un tipo como él no anda engañando porque sí…pensé que se había enamorado de otra persona.
Esa semana antes de navidad me pidió que nos juntáramos en el centro para comprarle un regalo a nuestro hijo. Mientras estábamos allí me preguntó qué quería yo para Navidad y le dije que a él… así que volvimos a estar juntos.
Conversamos el tema, me contó que esa noche que me confesó la infidelidad incluso estaba con fiebre, que sentía mucha vergüenza de lo que dijo y que lo hizo por rabia, pensó que así podía olvidarse de mí para siempre o que si yo me enteraba me alejaría de él. Entonces entendí que lo había maltratado mucho con mis exigencias, lo que ¡no lo justifica! Pero, como mujer, debo reconocer que lo descoloqué de tal modo que pensó que yo ya no lo amaba y él no entendía qué había hecho mal.
Fue duro, pero porque ambos estábamos inmersos en una espiral de descalificaciones, dolor, angustia e inseguridad. Pensamos que era el fin y no lo queríamos asumir porque no estábamos preparados para separarnos, pero no parábamos de hacernos daño. Teníamos una falta de comunicación total, pero lo superamos juntos con mucho amor. Hasta mis amigas lo perdonaron y creo que hasta el día de hoy no están seguras de si fue un sueño o fue verdad.
Y ustedes, ¿han pasado por una experiencia similar?