Si hay algo genial, exquisito e increíble (y que debiera estar siempre vigente) es tejer. ¡Simplemente, es lo más! Te relaja y entretiene, al tiempo que te permite confeccionar tus propias prendas, con la dedicación y cariño que sólo tú puedes darles.
Aprendí a tejer en el colegio. Recuerdo que en octavo básico nos encargaron confeccionar un ajuar de bebé, conocimientos que apliqué cuando estaba esperando a mi hijo. Fue increíble escoger las lanas más hermosas (justo de los colores deseados), el diseño de los chalecos y cómo los haría (¡me fascinan los puntos "pancito" y "arroz", con mangas jersey y puño elástico!). Lo mejor es que fueron prendas confeccionadas ¡con todo el amor del mundo! , que sin duda es un valor agregado.
Toda esa energía e ilusión que imprimí en el tejido, sentí que él la absorbía cada vez que lo usaba. ¡Y ni les cuento cómo me entretuve en la tarea! Recuerdo que por entonces daban “El Clon” en canal 13. ¡Era maravilloso poder verla mientras pasaba la lana entre los palillos!
Hace un par de años, en un asueto obligado, tomé junto a una amiga un taller de telar. Aprendí nuevas formas de trabajar con lana y confeccionar un poncho de lo más bacán. Lo genial es que haces la ropa que tú quieras, de la manera en que te plazca, con el punto que más luzca.
Lamento que con el tiempo - y lo ajetreado de la vida cotidiana - se perdiera un poco esta costumbre. En los 80’s recuerdo que el “Tejemaneje” causaba furor entre nuestras madres, que nos tejían chalecos, bufandas o vestidos de lana realmente bonitos. Y ¡díganme si nos nos quebrábamos enteras con esas prendas exclusivas! (Porque ese es el otro plus: te aseguras que nadie más las tenga).
Por último, creo que es una de las maneras más productivas y estilosas de liberar estrés. ¿No creen? Por eso, ¡el tejido rules! Y no debiera pasar de moda, ¡nunca!
Y tú, ¿has tejido alguna prenda bonita?, ¿cuál?
Foto CC vía Flickr (malglam)