Hace pocos meses me cambié de casa y en el hogar que me vio nacer dejé muchas cosas, entre ellas, un cajón repleto de cartas. Ellas son, en gran parte, fragmentos de mi vida que hasta el día de hoy recuerdo con mucho cariño. En esa caja hay misivas que recibí de pequeña, de adolescente y también de adulta, que me escribieron amigas, amigos, familiares, algunos pretendientes, y mis propios padres. Incluso guardo algunas que yo misma escribí y nunca me atreví a entregar a su destinatario. Y ahora, cuando pienso que se ha perdido esa bella costumbre de sentarse sin prisa, acompañado de un buen té o un cigarro a garabatear sobre una hoja los propios pensamientos, me vuelven unas ganas terribles de intentar recuperarlas y así volver a leerlas.
Me apena pensar que la gente ya no escribe cartas. Yo misma, que en mis tiempos mozos escribí muchísimas y me alegraba profundamente al recibir una, perdí esa capacidad. Olvidé incluso cómo hacerlo y me consuelo pensando en que es lógico que fuera así. La tecnología, el tiempo, la inmediatez y tanta otra cosa nos llevaron a esta situación. Ahora está el mail, el whatsapp, el mensaje interno de facebook. El cara a cara también, de hecho. ¿Entonces, para qué una carta? ¿Es realmente necesario?
Para mí, escribir cartas y recibirlas conlleva un acto liberador. No hay pantalla, tablet ni teclado que pueda reemplazar una pluma y una hoja. Esa complicidad que radica en escribir pensando en una persona, la incertidumbre de saber si recibirás respuesta y que, además, esa respuesta sea tangible y palpable, lo convierte para mí en algo muy especial y único.
De las cartas que dejé, guardo especial cariño a una que me escribió mi papá cuando me fui a un retiro espiritual para intentar encontrarme a mí misma. En ella me dijo cosas que nunca me pudo decir frente a frente. También recuerdo una seguidilla de cartas de mi mejor amiga de la niñez, que me escribió en cada cumpleaños. Sus cartas siempre eran lindas y muy delicadas, llenas de colores y dibujos. Me acuerdo de otras sólo por el recuerdo fotográfico: por la linda letra de quien la escribió o por el hermoso papel que eligió para hacerlo. Y pensando en estas cosas es que creo, sin titubear, que escribir y recibir cartas saca lo mejor de nosotros mismos y que no veo ningún motivo para no volver a este vieja costumbre.
¿Y tú, sigues escribiendo cartas? ¿Cuándo fue la última vez que recibiste una? ¿Guardas una en especial por el valor que tiene para ti?
Imagen CC vía [Muffet]