Andar en bicicleta es una de las actividades más placenteras para una mujer. Recorrer y sentirnos libres de los tacos en las calles es una sensación exquisita y nos hace sentir realmente dueñas del mundo.
Como el lema es "antes muertas que sencillas" ni para salir a andar en bicicleta dejamos nuestra tenida al azar. A pesar de andar haciendo deporte o paseando, debemos vernos divinas igual. Eso sí, como en la mayoría de las cosas que hacemos a diario, a veces nos encontramos con distracciones que nos pueden jugar una muy mala pasada.
Recuerdo perfectamente que una de las mayores vergüenzas que he pasado en mi vida, fue por un accidente en bicicleta.
Durante mis vacaciones, paseaba como todas las mañanas por la ciclovía de la costanera. Eran aproximadamente las nueve de la mañana y mi recorrido a esa hora y por ese lugar, ya era habitual.
Así, cada mañana veía a un grupo de jóvenes guapos que se ejercitaban en las máquinas de la playa. A mi me gustaba uno y siempre me esforzaba por verme guapa al momento de pasar frente de él.
A mi pesar, una de las tantas jornadas en que me lucía, escogí una muy mala forma de maquillarme ¡Sobre la bicicleta!... ya se imaginarán el desenlace, fue fatal.
Resulta que saqué de mi banano un brillo de labios y un espejo y, a poco menos de una cuadra de verlos, comencé a aplicarlo. Fue así como me olvidé que la calle tenía un bache y, al pasar por ahí, la bicicleta se me descontroló y volé sin alcanzar a hacer nada. Lo triste es que aterricé frente a ellos, casi en puro cemento y cuando -media aturdida- levanté la cabeza, vi que me estaban mirando con preocupación, pero tentados de la risa. En ese momento quise que la tierra me tragara, pero más encima me había lastimado la cara y estaba sangrando.
Fue entonces que uno de ellos se acercó a ayudarme y era tanta mi verguenza que no atiné a decirles nada. Solo opté por tomar lo que quedó de bicicleta e irme. Por supuesto, cambié mi ruta y nunca más volví a pasar por ahí.
¿Te ha pasado algo similar?
Foto CC vía Flickr