Siempre he oído que para entablar una relación (sea de pareja, amistad o compañerismo) la química es fundamental. Una vez, una amiga muy querida me señaló que no creía en eso, ya que las relaciones se construyen a partir de las experiencias. Sin más. Su pensamiento me pareció bastante razonable.
Sin embargo, ¡innegable que hay algo, un "no sé qué", que nos permite fortalecer lazos con otros! Así, hay personas con las cuales tenemos conexión inmediata: me sucedió con mi pololo, hace muchos años, cuando ambos participábamos en un taller de debate. Preparar juntos las ponencias para enfrentar a la contraparte era un desafío intelectual y una experiencia alucinante. ¡Podíamos hablar por horas! ¿Les ha pasado?
Bueno, asimismo, este año cambié a mi antiguo curso por uno nuevo, por razones tanto de horario como de trabajo. Pensé que sería fácil, ya que soy muy adaptable. Sin embargo, no me he sentido a gusto con mis nuevos compañeros. No podría decir que son un grupo infumable, es diverso: hay señores muy mayores (incluídas las réplicas de Kike Morandé y Coco Legrand), minas ultra “pelolais, galla” y un par de chicos que parecen sacados de cintas como “Promedio rojo” o “Qué pena tu vida”. Trato, pero siento que no encajo. (Sí, véase meme “Forever alone”).
Comienza la clase y me siento al último. Termina y ¡zapatillas de clavos! Lamento mi decisión de haberme cambiado, no sé si de puro odiosa o porque echo de menos a mis antiguos camaradas: las idas al “Peyo” tras una tarde de estudios, el cafecito vespertino, las retiradas en patota, los juegos y las conversaciones con las chicas. ¡Hasta la "chimuchina" que solía crearse! En fin, me hacen falta; los extraño en cantidades industriales. Creo que con el nuevo grupo humano simplemente NO hay química.
Y ustedes, ¿qué opinan? ¿Tendrá remedio?
Foto CC vía Flickr (Phoenixdiaz)