Aunque no fumo, admito tener un vicio que suelo justificar con los mismos argumentos que los adictos al cigarrillo. Sí, porque disminuye mi ansiedad y me permite socializar con otros: me refiero a los caramelos.
Hace varios años que estos pequeños dulces son un must en mi cartera. E invierto un monto importante de mi sueldo en ellos, ya que consumo al menos dos paquetes diarios. Además de las bondades antes descritas, esta adicción me permite aclarar la garganta y mantener un rico sabor en los labios todo el tiempo. Como uno tras otro de forma casi automática. Estoy totalmente fanatizada.
Si bien no tengo una marca favorita de estos manjares, alterno entre varias que hacen mi deleite. Uno de los que más compro es el Halls Frutilla Crema (son exquisitos, parecen yogurt), los Vitafresh (especialmente el de berries) y los Full (en cualquiera de sus variedades, limón o cereza). Otro infaltable son las ya clásicas mentitas.
Suelo ofrecerlos cuando conozco gente nueva y sirve para romper el hielo “endulzando la vida”. Una sola vez me rechazaron uno casi con desprecio: fue cuando le ofrecí a una chica a la que le gustaba mi pololo (antes de que lo fuera, aclaro. De lo contrario no le convido, jaja) Las otras veces me ha ido bastante bien con esta deliciosa estrategia para hacer amigos.
Pero más allá de ser una “ayuda” para iniciar diálogo, lo cierto es que estos mini-deleites son una obsesión para mí. ¡Me desespero si no los tengo a mano! Y, como todo vicio, tiene su lado oscuro: ¡exceso de azúcar, chicas!, con el consiguiente riesgo para la dentadura. No obstante, para mi alegría ahora existen nuevas alternativas “cero azúcar”, que me permitirán continuar con esta fijación de manera más saludable.
Y ustedes, ¿también son dulce-adictas?
Foto CC vía Flickr (M. Martin Vicente)