Hace un par de días, me abordaron en la calle para participar de un sorteo. ¿El premio? Una salida en pareja que organizaba X restaurante. Como andaba con tiempo y la posibilidad de degustar exquisitos manjares me atraía, di cándidamente mis datos. Me pidieron celulares y correos, tanto míos como de mi novio, a fin de hacernos saber si éramos favorecidos.
A los pocos días me avisaron que efectivamente “la suerte estaba de nuestra parte”: ¡Ganamos!, o al menos, fuimos una de las tantas parejas que vivirían la experiencia (sí, eran varias). Lo malo es que más que conocernos a nosotros (como ganadores) les interesaba que a la cita fuese ¡la VISA de mi pololo!, a quien él no estaba dispuesto a invitar.
Decliné entonces asistir a la cena, a la espera de que él lo reconsiderara. No obstante, el premio se transformó en una verdadera pesadilla. Así es, porque cada cierto rato, mientras estoy concentrada en mi pega, les escribo a ustedes o espero una llamada importante, mi ringtone da cuenta de una nueva llamada del restaurante, invitándonos a cobrar el premio despreciado (sin - por supuesto - olvidar la VISA). ¡Una molestia!
Puede que el servicio y el premio sean bastante buenos, y que el desmedido interés por la VISA no pase de ser un detalle (quizás nunca han visto una y quieren saber cómo es). Pero lo incómodo es la insistencia. ¿Creerán que uno va a recapacitar mientras más lo llamen? Quizás algunas estrategias publicitarias aún obedecen a la lógica que teníamos cuando pequeños: repetir una y otra vez a nuestros padres “quiero una pelota” hasta que te la compraban o - lo que más frecuentemente ocurría - te daban un par de palmadas.
He pensado lo bueno que resultaría que nuestros celulares tuviesen la capacidad de identificar y bloquear “llamadas spams”. ¡Sería fantástico! El primer aparato que incorpore este tipo de aplicación, será mío. Mientras tanto: ignorar y añadir este tipo de comunicaciones a nuestras “pequeñas cosas terribles” de cada día.
Y ustedes, ¿también están hartas de este tipo de llamadas?
Foto CC vía Flickr (Yeray Hernández)