Es recurrente escuchar que ser madre es lo mejor que puede pasarnos en la vida pero, aún siendolo, ¡pucha que es difícil! porque francamente, la maternidad ¡lo cambia todo! Y no lo digo de forma negativa: sería raro pretender que todo siga igual luego de nacer ese pedacito tuyo, pues hay alguien que depende sólo de ti. El papá, si está, es siempre un gran apoyo, pero si tu bebé mama, la leche se la debes dar tú.
Claro está que las recompensas son múltiples: la ternura infinita cada vez que tu bebé aprende algo nuevo y ver cómo se convierte en un niño/a, a quien amas y con quien te diviertes. Para entonces, ya has logrado reorganizar tu vida, has retomado ciertas labores y ¡de vez en cuando hasta sales sola! (gran logro) Pero, si en este punto decides tener otro bebé, ¡vuelve el caos de amor a tu vida!
Cuando mi niño tenía alrededor de dos años, decidimos que era tiempo de encargar un hermanito, "para que se críen juntos", pensamos. Ya durante elembarazo comenzamos a ver las complicaciones: "¡Le voy a poner camión!" decía mi hijo, "para que le digan: camión-camión", entonaba. Otras veces se enojaba porque no quería una niña: "yo quiero un hermano" exigía, y debíamos explicarle que eso no se elige. "Ya verás que te gustará tu hermana", le decíamos.
Y así nació mi segunda hija. No fue como esperábamos, ya que hubo que sacarla antes de tiempo por cesárea. No alcancé a explicarle nada a mi niño, de hecho, esa mañana lo dejé con su abuela, le di un beso y le dije "voy a tomarme una ecografía. Vuelvo pronto". Lo volví a ver al otro día, ya con mi niña en los brazos. Estaba muy nerviosa esperándolo; él había sido todo en mi vida hasta ese momento. ¿Cuál sería su reacción?
Finalmente, llegó en brazos de su papá, preguntando "¿cuál es nuestra bebé?" Cuando la vio, se subió en mi cama. La puse en sus brazos y él la miró. Fue un momento mágico que me emociona con sólo recordarlo: su carita maravillada, su sonrisa nerviosa y un "¡oh!" gigantesco y largo, con una emoción tan grande que no cabía dentro de él. No se acordó de decirle "camión-camión", ni de que sólo quería a un hombre. Vio a su hermana y la amo profundamente.
Pero aún con tanto amor, el caos reinó en casa. Esta vez, reorganizarnos costó mucho más. Yo andaba apenas tras la operación. Mi niño sólo quería era que lo tomara en brazos y, cuando me veía levantada, se me tiraba encima desesperado... pero yo no podía afirmarlo. El papá se intentaba hacer cargo, pero él lo rechazaba. La paz que habíamos logrado terminó de golpe ¡Ya no daba más de los nervios! Cuando surgieron las discusiones, nos dimos cuenta de que debíamos tomar las riendas de la situación. Hicimos un compromiso familiar: "No más peleas en casa", lo firmamos todos y lo pegamos en el refrigerador como recordatorio. ¡Funcionó! Paulatinamente, los ánimos se apaciguaron.
Mi niña ya se acerca al año y medio. Es una loca re-loca y muuuuuy desordenada. Se complementa con mi hijo, que ama los peluches y juega con todos a la vez, trasladándolos por toda la casa. Mi niña, en tanto, ama dibujar al papá y deja tras de sí un reguero de papeles y lápices. Aún hay cosas difíciles, pero ser familia nos parece posible y encantador. Al final del día, agotada, muero de amor en el sillón y me siento feliz de ser madre, así como de la linda familia que estamos construyendo.
Si alguien me pregunta, digo que ser mamá es muy lindo y, aunque difícil, es totalmente reconfortante. Por eso, les deseo un feliz día a todas las madres como yo (¡y también a los hijos e hijas que nos aguantan!)
Foto vía Nukamari