Elena. Querida, amable y melosa Elena. Cómo no quererte pese a tu interminable playlist cebolla que tanto se comenta en la pega. Cuando llegué pensé “qué bueno que pongan música”. Pero después de un mes trabajando el asuntito es otro.
El problema (como canta el pelota de Arjona) es que la Elena le tiene alergia a la música en inglés que, por cierto, no deja de ser romántica. No, ella te consume sólo la música en habla hispana. Tanta es su aversión, que su mano derecha en la pega es bilingüe. En caso de cualquier eventualidad.
Cuando ella no está, varios de la oficina ponen Foo fighters o Faith no more. Algo que nos aleje de tanta dulzura y de melodías tan planas, por la reflauta. Yo pensé que las arjona-beliebers se iban a molestar, pero no, lo escuchan en el metro, en sus casas. Hasta a ellas les parece mucho.
Elena tiene, por así decirlo, períodos en los que hay un playlist diferente. Un día suenan los himnos de Paulina Rubio –dicho de su propia boca– y otras veces suena Él me mintió de Amanda Miguel. Sí, ese es su nombre. Me lo aprendí.
Pero nada que decir de ella, es excelente profesional y jefa. El otro día Carrasco estaba atorado en un informe como de 200 carillas, así que pidió que por favor quitara la música. Ella respondió “sí, obvio, pero cuando termines me avisas para ponerla de nuevo, porfa”. No hay caso, es de esas personas que funciona así con música de fondo.
Hace un tiempo sonaron mucho dos canciones en particular: La incondicional de Luis Miguel y El hombre que yo amo de Myriam Hernández. La razón: está volviendo con su exmarido. Ella se ve distinta, no hay cambio en su actitud, porque siempre es amable, pero se viste con otros colores, se tinturó el pelo. Ese tipo de cosas.
Lo más extraño de todo esto es que la Elena canta muy bien, y aunque no presume de ello, es un agrado escucharla cantar. Cuando se encierra en su oficina, se pega un canturreo bastante decente. Las de la Myriam le salen muy bien. No es imitadora, nunca la voy a ver en Mi nombre es, pero disfruta cantar.
Digo que es curioso porque generalmente las mujeres buenas pa’ escuchar música cebolla no cantan bien. La última vez que alguien tuvo la infame idea de ir a un karaoke, mis compañeras románticas subieron muy entusiasmadas. Lo dieron todo, fue un cague de risa toda la presentación, porque no le dieron a una sola nota.
Y, ojo con esto, me las sabía todas. Todas. Sin necesidad de mirar la pantalla con las letras que cambian de color. Así que me acerqué un poooco entonado a mi jefa y le dije “me sé todas estas canciones de mierda, por tu culpa jajaja”. Ella se rió mucho, y a todos los hombres de la oficina nos pagó otra ronda.
Imagen CC Jose Chavarry