Desde niña tengo relación cercana con el aseo de la casa. Mi mamá siempre trabajó y junto a mi hermana, tratábamos de ayudarla manteniendo el aseo cuando ella no estaba. Como una hora antes de su llegada, echábamos una barrida, lavábamos los platos, recogíamos la ropa, o cualquier otro detalle que implicara un poquito más de orden a su regreso. Debe ser por eso que no tengo mayor problema con realizar labores domésticas, pero entre todas, hay una que simplemente no soporto y es secar la loza.
Si me piden que lave el cerro de loza después de la junta familiar, lo hago sin problema. Si en cambio, me piden que seque dos tazas con sus respectivos platillos y cucharas, eso sí que me abruma. ¡Me carga tener que estar pasando el paño! No es que tenga una fijación especial con que quede perfecto, para nada, lo que pasa es que lo encuentro sumamente aburrido, a tal punto que prefiero hacer el aseo de toda la casa, antes que tener que secar la loza.
Así que cuando me toca lavar la loza y no hay nadie con quien repartirse las tareas, solo me quedan dos opciones: armar un cerro de vajilla recién lavada y lograr que ollas, platos y servicio queden en perfecto equilibrio o ejecutar esta labor por partes. Aunque más lenta, esta última opción es la que prefiero, pues me permite hacer otras cosas mientras espero que se seque el primer "grupo" para luego, seguir con el segundo. Lo hago tantas veces como sea necesario, hasta terminar.
De todos modos, para librarse de esta aburrida rutina, lo mejor es evitar que la loza sucia se junte o mejor aún, ¡que la lave y seque otro!
Y a ustedes, ¿qué es lo qué más les carga del aseo del hogar?
Foto vía Victoria Rachitzky