El otro día leí un artículo en una revista antigua japonesa (pero traducida al español claro) sobre una historia que creo merece la pena contarles: es bastante romántica e incluso cursi pero me hizo bastante sentido desde el punto de vista poético. A ver qué opinan…
Los japoneses creen firmemente en que las personas que están predestinadas a conocerse se encuentran unidas por un “hilo de color rojo” atado al dedo meñique. Esta “leyenda/teoría” nace cuando se descubrió que la arteria ulnar conecta al corazón con este dedo. Por ende, esa conexión simboliza un interés compartido y predestinado. Con los años, esta creencia cada vez se hizo más potente. Las generaciones traspasaron la historia debido a experiencias y al hecho de que, al confiar plenamente en esta profecía, efectivamente muchas parejas habían consolidado su amor. Ellos decían que “los hilos rojos del destino unían los meñiques con los corazones”.
Luego de eso me quedé pensando y recordé la infinidad de veces en las que prometí cosas a mi mejor amiga y para sellar esas promesas, ambas entrelazábamos nuestros meñiques como signo de que se cumpliría sí o sí. Luego recordé películas e imágenes que he visto a lo largo de mi vida y comprendí que la teoría no estaba tan alejada de la realidad.
Por si se lo preguntan, esta historia no sólo se refiere a relaciones amorosas, puesto que todos tenemos una conexión con más de una persona en nuestra existencia. Estos hilos rojos no se rompen y siempre están ahí, listos para que ese personaje llegue a nuestra vida para influir en ella de una u otra forma.
Y acá está la leyenda (hay varias pero esta fue la mía) que les comentaba al principio, me conmovió mi lado poético, ya que todo surge en la luna… se dice que un anciano que vivía en ella salía cada noche en busca de almas gemelas para atar en su dedo meñique este hilo rojo (con el objetivo de que no se perdieran). Desde su sitio, él observaba el momento en el que esas personas se conocían y comenzaba ese vínculo casi indisoluble. ¿Lindo, no?
Luego de eso recordé un libro de uno de mis favoritos, Paulo Coehlo, les dejo mi parte favorita del fragmento:
“Dicen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores; uno con el que te casas o vives para siempre (puede que el padre o la madre de tus hijos); esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella… Y otro, el segundo gran amor, una persona que perderás siempre. Alguien con quien naciste conectado, tan conectado que las fuerzas de la química escapan a la razón y les impedirán, siempre, alcanzar un final feliz".
¿Qué les parece?
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