Estoy segurísima que las que son dueñas de mascotas entenderán está situación: no hay nada más terrible que ver tristón a tu compañero/a de cuatro patas.
Una sabe cuando su perro, gato u otro tipo de mascota está con menos ánimo de lo normal: ojos llorosos, orejas bajas y nulas ganas de jugar son señales claras de que algo extraño está pasando.
Es en ese instante en que aflora todo nuestro “instinto maternal” y una comienza a preocuparse, pensando que comió algo que le hizo mal, se resfrío o tiene cualquier tipo de enfermedad. Es impresionante el vínculo que se puede llegar a tener con un animal ya que, tal cual como ellos sienten que los humanos están tristes, uno también nota cuando algo no anda bien en ellos y nos preocupamos porque pasan a ser una compañía incondicional en nuestras vidas.
En estos casos lo mejor siempre será comenzar por (obviamente) prevenir: mantener las vacunas y desparasitación de nuestra mascota al día, y así descartar de inmediato una enfermedad de mayor gravedad. Además, siempre mantenerlo hidratado, con sus comidas bien racionadas y con los cuidados respectivos de cada época del año. Si la situación se gesta cuando mantenemos correctamente los cuidados básicos de nuestro amigo de 4 patas lo recomendable siempre será acudir a un experto. En mi caso, mi perrito es atendido por la misma veterinaria que lo ve desde cachorro, por lo que ya va conociendo sus debilidades de salud y mañas (¡igual que los bebés y niños con su doctor de cabecera!).
Comprendo que para los no tan amantes de animales tal vez esto sea algo insignificante en sus vidas. Sin embargo, para quienes tenemos un lazo muy fuerte con nuestra mascota este es uno de los momentos en que una señal tan pequeña, como el decaimiento de nuestra mascotita, vuelve terrible nuestro día.
Imagen CC Natalia Carrasco