A veces nos pasa que estamos viendo tele y comiéndonos un gran pote de helado y algo nos falta. ¡Sí, sentirnos más livianas!, lo que es un poco imposible si vamos a ese ritmo.
Entonces nos preguntamos qué podemos hacer al respecto, si esas maquinitas del gym no siempre son para nosotras. Una vez me pasó que subí a una trotadora y casi salgo volando, pasando por supuesto ¡la media vergüenza! con un montón de bombones a mi lado. Ellos se rieron un poco, pero por suerte me ayudaron.
Entonces, me acordé de una de mis grandes pasiones: La natación ¡Y por qué no, nadar es una de las cosas que no se olvidan jamás! Me decidí y fui a probar un día. ¡Esto va a ser facilito - me dije - si antes siempre lo hacía!
Con el hecho de sólo ver la piscina temperada mi cara cambió. Sólo quería sumergirme y nadar como una verdadera sirena. Pero ¡Ups!, la primera vuelta y casi se me salió el corazón, parece que no me había dado cuenta de que ya no tenía el estado físico de hace tres años y hasta ahí me llegó el dármelas de que "yo me las puedo todas".
Pensé en ese momento que hasta sería más interesante ir a nadar con viejitos, ya que ellos no me apurarían e incluso me entenderían. Los que estaban ahí era muy rápidos y a una vuelta mía ellos ya llevaban tres. ¿Qué podía hacer si ya estaba ahí?
De repente música ¡Sí! Era una clase en la otra pista y estaba recién comenzando. Al final fue mejor de lo que pensaba, ya que me entretuve mirando a las personas que bailaban de un lado para el otro en la piscina, se veían muy divertidos y me reí mucho. Pero lo mejor fue el profesor, ¡qué manera de recrear la vista!.
Y así fue mi experiencia volviendo a las “pistas de natación”, lenta, pero segura. Una tortuguita, pero entretenida. Y ahora ya sé que debo ir de a poco y a ustedes también amigas les doy ese consejo, aunque nos creamos las "súper woman", pero también debemos cuidarnos y nunca les faltará alguna entretención por ahí ¿Cierto?
Imagen CC plewicki