La maternidad es una tarea compleja y creo que puede evaluarse sólo cuando los hijos crecen y ves si el camino por el cual los guiaste fue el mejor. Hay criterios y lineamientos generales - no quiero ocupar la palabra "objetivos" - para recibir un "eres la mejor mamá del mundo", pero es inevitable: siempre se cometen errores y existen mamás increíbles, pero no perfectas.
La responsabilidad que implica el cuidado de un niño es gigante: él mira atentamente nuestras acciones y somos un poco de lo que él será más adelante. Cuando son “puntitos”, consideramos todo como una amenaza, los cuidamos y vemos en su carita la satisfacción de estar en nuestros brazos, protegidos y cálidos. Y está bien amarlos así; cuando son chiquititos es crucial que los escoltemos en todo momento, pero crecen y necesitan espacio para vivir sus propias experiencias. Acompañados, pero no presos de miedos heredados.
Mi mamá era en extremo cuidadosa y prefería anular minimizar cualquier peligro latente. Cuando tenía unos 10 años, pedir permiso para ir a casa de alguna amiga era un intento inútil y sólo se concretaba bajo cientos de condiciones, pero la mayoría de las veces mis peticiones terminaban con un NO rotundo.
Me enojaba y lo consideraba injusto, porque era buena alumna y me portaba bien con o sin ellos. Entonces, ¿por qué esa desconfianza hacia mí? ¿Acaso me creían incapaz de defenderme o decir que no? Ante estas preguntas, la respuesta siempre era: "tengo miedo de los demás, no de tí" y ahí, fin de la discusión.
Ya a los 15 años todo empeoró y se produjo el efecto inverso: no entendía sus razones y trataba de tomarme esos espacios con mentiras innecesarias. Pololeé escondida y fui dos veces a la Blondie sin que ella lo supiera. Mi mejor amiga me "cubrió" en una de esas ocasiones y a la mañana siguiente tuve que tirarle piedritas a su ventana para entrar a su casa, donde yo supuestamente dormiría esa noche. Hoy me da entre risa y ternura recordarlo, pero me arriesgué y la arriesgué a ella a un tremendo problema.
Quería crecer, ponerme mis propios límites y aprender de todas mis experiencias. Y lo hice, quizás a la mala, pero lo logré. A veces metí las patas, pero me sirvió para aprender y "caer parada" casi siempre.
Y bueno, gracias a mi "terquedad" también viví los momentos más lindos de mi vida.
Tomo ese amor y protección de mi mamá, tratando de equilibrarlo con las ganas de que mi hijo tenga más armas para enfrentarse al mundo. Más que que inspirar autoridad, quiero que confíe y cuente conmigo, con su mamá imperfecta, que lo irá a buscar a la China cuando quiera salir y tratará de no espantarle a las pololas.
Imagen CC [Rennett Stowe]