Si algo terrible nos sucede a ¡todas! cada mes son esos molestos “días al rojo”. Claro, son súper necesarios, ya que su ausencia puede implicar serios trastornos, que van desde algún quiste, problemas hormonales (con el consiguiente acné, hinchazón y otros varios) hasta un embarazo no planificado. Pero lo fundamentales que son para nuestro bienestar no les quita lo antipáticos.
Sí, porque ¡pucha que son desagradables! No creo que exista mujer sobre la Tierra que añore con fuerzas aquella “semana” (o 3 días, dependiendo del organismo). Sí, porque la llegada del periodo está asociada con un gran bajón anímico, incomodidad, la necesidad de cambiar constantemente toallas higiénicas, mal humor, el persistente dolor de ovarios y un largo etcétera. Nos falta energía, nos sentimos cansadas, molestas y “a media máquina”. ¡Fatal!
Muchos señalan que los problemas derivados de la menstruación sólo están en nuestra mente. Sí, que se trata de dolores que nosotras mismas “programamos”, con vocación de mártires. Personalmente, estimo que quien piensa eso es hombre (derechamente) o una mujer muy suertuda y carente de empatía. Porque - al menos yo - ¡sufro! en esos eternos cinco días que me dura su visita. Por mí, que su llegada se dilatara ¡lo más posible! Me gusta sentirme libre, ilimitada y con harta energía, sin embargo, durante el periodo ¡no way!. No hay manera.
Por supuesto, aquellas pastillas que “combaten” los síntomas (o el barato, útil y maravilloso ácido mefenámico) son un “must” en mi cartera. ¡Aleluya por su existencia! Y bueno, lo mejor de esta “pequeña cosa terrible” es que dura poco. Así es que ¡ánimo, valor y aguante, que por algo somos mujeres!
Y tú, ¿también padeces en "esos días"?
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