por Alejandra Araya
Primero fueron figuras del cine las que pusieron de moda los fulares. En Chile, la tendencia cobró protagonismo cuando Camila Vallejo llegó al cambio de mando con su hija Adela, cargándola en este portabebés. Así, se ha hecho cada vez más frecuente ver a madres llevando a sus hijos pequeños pegados a su cuerpo gracias a una larga tela de unos 5 metros de largo, que se anuda de distintas maneras de acuerdo a las necesidades y tamaño del niño.
La primera vez que vi a una amiga con su pequeñita durmiendo plácidamente en su regazo, afirmada por medio de un fular, me picó la curiosidad. Mi bebé jamás se había visto tan cómodo en un portabebés convencional, así que decidí comprarme uno, lo que no es tan fácil porque difícilmente se consigue en el comercio establecido y hay que optar por la compra en internet. Una vez que lo obtuve, me encontré con el desafío de aprender a usarlo, para lo cual vi los tutoriales en Youtube. Mi pobre pequeño tuvo que soportar todos los intentos fallidos, pero lo hizo con una estoica paciencia, con tal de sentirse abrazado todo el tiempo gracias al artefacto en cuestión. Finalmente nos hemos convertido en expertos y él de sólo verme con el fular, sonríe. Es que para él la sensación de sentirse contenido es un placer y mi espalda agradece la distribución de sus ocho kilos.
El fular puede estar muy de moda, pero definitivamente es un objeto histórico rescatado de pueblos milenarios. El pediatra español Carlos González –promotor de la crianza respetuosa-, recuerda que lo normal es que los bebés necesiten atención todo el día, por lo que las madres de muchas culturas los llevan colgados a la espalda. “No lo hacen porque hayan leído ningún libro sobre crianza y apego; lo hacen por comodidad, porque es la única manera de cumplir con todos sus quehaceres. Si se sacan al bebé de la espalda, se pone a llorar y no las deja hacer nada”, señala. Las ganancias de la madre y del hijo llevado de esa forma son numerosas. Se señala que fomenta el apego, los pequeños rememoran la protección del útero, respeta su posición natural –el peso va sobre las nalgas y no los genitales-, además de posibles ventajas para el desarrollo de su sistema nervioso y el sistema digestivo que ayudaría a evitar los cólicos.
Sin embargo, nada es tan maravilloso en este mundo. Las alarmas han sonado en los países desarrollados por muertes de lactantes asociadas a estos tipos de portabebés. Se habla que en Estados Unidos y Canadá hubo 16 bebés fallecidos, y en Reino Unido, cinco. El caso que más se ha conocido en Chile es el de un bebé británico de cinco semanas que en 2013 murió por asfixia debido a la posición en que era cargado. Algunas fuentes afirman que su madre lo llevaba en un fular, pero al parecer era una bandolera, que son sistemas parecidos, pero no iguales.
De acuerdo a mi experiencia, hay que tener los cuidados tradicionales, como mantener las vías aéreas del pequeño despejadas y que no esté muy apretado –si el bebé no está cómodo lo demostrará-. La clave está en mantenerlo todo el tiempo observado o, como dicen las entendidas en este tema, que el lactante siempre esté al alcance de los besos de quien lo carga.
Imagen CC Koala Fular