Una belleza natural es algo digno de reconocer: una mujer simple, con poquito maquillaje, aroma a limpio y la cara sin una tremenda capa de pintura es una tendencia que se está llevando cada vez más. Pero debemos tener cuidado de no irnos al extremo, pasando al más absoluto descuido.
Durante mucho tiempo compartí con jóvenes de estilos diversos. En ellas, puedo recordar los niveles de preocupación corporal, no sólo en cuanto al deporte, sino al cuidado facial o el uso de lima de uñas. Señal inequívoca para saber cuánto tiempo invertían en su imagen era el tamaño del espejo: aquellas que tenían este implemento en grandes dimensiones, poseían también el cosmetiquero más abultado y gastaban mayor tiempo la ducha. Los baños cortos son un milagro en un ambiente con muchas mujeres, por lo que aquellas que salían primero eran - de alguna forma - las más sencillas: lavaban sus dientes, el cuerpo y el pelo. Al cumplir con eso, estaban limpias. Un poco de crema, algo de brillo en los labios, un lápiz de ojos, el encrespador, desodorante y colonia, terminaban por darles el estilo natural, hoy tan apetecido.
Ya de adulta, puedo ver en mi lugar de trabajo a distintas mujeres, y darme cuenta que a veces - por ahorrar tiempo, ser “naturales” o esa mal entendida idea del feminismo -, llegan con las uñas sucias, el pelo sin lavar, las axilas descuidadas —y no me refiero a la irritación, sino a peludas—, y olor no muy agradable. “Es mi aroma natural”, dicen. No, eso no es ser natural, es ser descuidada. Y no es tema de recursos, porque tienen lindas carteras y bonitos zapatos. Mujeres de cuarenta años, a veces dueñas de casa, con el pelo a medio tinturar o mal aliento, pero con tremendos anillos de oro, no evidencian más que abandono.
Yo no soy una experta en estilos, soy más bien una observadora pasiva de la moda, y por lo mismo me preocupa esto. No es una responsabilidad del género estar lindas para los hombres, como me han dicho algunas feministas, pero estar presentables es un compromiso con nuestra salud. Quizás en alguna ocasión (con depresión, o en periodos complicados de nuestras vidas) nos hemos visto—sin querer— como esas mujeres descuidadas de sí mismas, pero debemos poner ojo en esos detalles. Son cosas que nos dan bienestar y no sólo social: arreglarnos un poquito sube nuestro ánimo, cambia la imagen de la gente hacia nosotras, y por ende, recibimos buenas energías provenientes de los demás.
Tal vez, existe alguien cerca que no se ha dado cuenta de que su naturalidad ya es algo “salvaje” ¿nos atrevemos a decirlo? ¿Nos damos una manito de gato?
Imagen cc: Catwomancristi