Siempre que se habla de los celos se hace en primera persona. Nos planteamos si los padecemos o no. Pero es muy distinto cuando somos víctimas de los celos de los demás y - aún peor - no tenemos nada que ver en el asunto.
Las teorías respecto a lo celosas que podemos ser o de dónde viene este “temor a perder lo propio”son muchas. La mía habla de la inseguridad que tenemos de nosotras mismas o el afecto que otros sienten por nosotras. Ser celosas no es inherente a nuestro género - como algunos piensan - , sino que las mismas experiencias nos llevan a temer ser víctimas de un engaño.
El solo hecho de tener celos es algo que aprieta el corazón. Nos hace comportarnos de manera extraña, haciendo cosas impensadas. Necesitamos de mucha entereza y racionalidad para no caer en lo más bajo. Lamentablemente, este sentimiento nos ciega y a veces disparamos en direcciones incorrectas. Eso me ocurrió hace poco. A mi Facebook llegaron mensajes bastante poco educados, llenos de ira, burla y aunque no lo crean: amenazas.
Yo conozco hace más de 15 años al hombre en disputa, pero hace bastante tiempo no existe entre ambos una cercanía que pueda erizar a alguien. Mientras leía todas esas palabrotas hacia mí me molesté, y mi peor lado intentó aflorar para escribirle unas crudas verdades -material tenia de sobra-; pero eso era actuar como ella: proceder bajo un impulso. Ignoré las amenazas y decidí contarle a él lo que ocurría. Extrañamente, no le sorprendió tanto como a mí, por lo que me sentí víctima de los dos; él debió poner alto a todo eso mucho antes de que yo pasara el mal rato. Es extraño pensar que dos personas hablen de ti sin tener motivos, por lo que tomé precauciones y los bloqueé a los dos, le conté a mi marido—quién está al tanto del tipo de amistad que teníamos— y di el tema por cerrado.
La verdad, es que siendo sincera, lo más fácil es decir: “la mina loca”, pero creo que esto ocurre más seguido de lo que pensamos. He sentido celos en la vida - nunca a ese punto -, pero siempre es preferible arreglar las cosas en pareja y no andar amenazando a otras mujeres. Lo último que le pedí a mi amigo es que la amara lo suficiente como para no hacerla pasar otra vergüenza así, porque da pena. Además del temor a ser agredida en la calle - o de algunos insultos en esta nota -, esto me dejó una triste impresión de su relación, lo que echó por tierra toda rabia o reproche.
Siempre he pensado que mujer no es la que araña a otra para defender a su hombre, sino la que “araña” a su hombre para que no busque a otra mujer. Hay cosas que no se arreglan por mensajes y mucho menos culpando a otros.
¿Has vivido los celos de otras? ¿Qué hubieras hecho tú en mi lugar?
Imagen CC: Mykel Andy