Por muy superficial que suene: amamos nuestro pelo. Por lo mismo, no lo podemos dejar en manos de cualquier loco con tijeras. Para más seguridad y no encontrar la mitad de mi cabello bajo la silla, tengo a mi peluquera de confianza.
Recuerdo como si fuera ayer, estar sentada en el living de la casa, con una capa hecha de bolsas de supermercado y con mi madre tijera en mano para cortarme el cabello. Obviamente después de mí, les tocaría a mi hermano y a mi papá. Pero el paso de los años nos hace más exigentes, y el tener nuestros propios recursos - además de autoridad sobre nuestras cabezas - nos permite ser libres de elegir cómo y dónde cortar nuestro pelo. (Y por supuesto, a quien lo va a hacer)
Mi peluquera, Carmen —la que también es mi amiga—, tuvo a su primer bebe en el mes de febrero. Debido al pre natal, estuvo mucho tiempo sin atender y todas sus clientas la extrañábamos horrores, por lo que el sábado en que volvió al trabajo tenía una larga lista de pendientes. Llegamos todas chasconas, con las puntas florecidas, mal teñidas y con el pelo largo como el "Tío Cosa". Fue una larga y entretenida tarde entre lavados de pelo, decoloraciones y mechones por todos lados. Sin duda salimos renovadas, con un nuevo look y contentas con el buen servicio.
Es que nuestro pelo es el marco de nuestro rostro: nos da confianza, muestra lo osadas que somos o también lo tradicionales que podemos ser. Para muchas es un arma de seducción y muestra de femineidad; siendo así, es necesario que quien te cambie el look conozca lo que deseas, sepa interpretar la instrucción y tenga imaginación para convertirte en esa rubia despampanante que llevaste en el recorte de la revista. Pero también es menester que tenga paciencia y te trate con cariño, porque muy valientes seremos, pero siempre tendremos nervios de quedar horribles con el pelo demasiado corto.
¿Cambias de look seguido? ¿Tienes tu peluquera de confianza?
Imagen CC goMainstream