Tengo la mala suerte de sufrir grandes cañas cuando tomo mucho. He perdido días completos por no ser capaz de moverme tras una larga noche de juerga. Es por eso que sólo me decidía a tomar alcohol cuando sabía que tenía libre el día siguiente.
Últimamente, y a mis 30 años, esto ha cambiado un poco. Estoy pasando por una especie de segunda juventud y me dan ganas de salir, incluso más de una vez a la semana. El problema es que, por supuesto, no puedo faltar al trabajo cada vez que tenga una reunión social. Afortunadamente, he ido encontrando algunas formas de sobrellevar el asunto.
Lo primero es que debemos controlar la cantidad de alcohol; es decir, no tomar como si el mundo se fuera a acabar. Cada una sabe cuál es su cuota y este consejo no deberíamos seguirlo únicamente los días de semana, sino siempre.
El segundo consejo - y que ayuda a lograr el primero - es tomar lento. No es una competencia y no ganarás nada más que un dolor de cabeza.
La hora es sumamente importante: intenta comenzar tus actividades temprano. Ojalá te vayas directo desde la oficina para así terminar a una hora prudente, lo que te permitirá recuperarte antes de que suene el insoportable despertador.
Trata de comer antes de beber; eso ayudará a que el efecto del alcohol no sea tan terrible. Tampoco mezcles el alcohol con bebidas con azúcar.
Por último y lo más importante: Toma mucha agua, si es posible antes de acostarte toma un litro. Te juro que eso marca la diferencia, permitiéndote rendir en la oficina.
Y bien, ¿lista para pasarla increíble?
Imagen CC Álvaro Canivell