Somos responsables de lo que hacemos y decimos, siempre y cuando alguien nos vea hacerlo o nos escuche decirlo. Por ello, gran parte de las veces que vemos algún comentario algo agresivo o desubicado en las redes sociales, no está firmado o lleva un seudónimo. ¿Será que el anonimato nos permite actuar con más libertad?
Seamos sinceras. Gran parte de nosotras hizo más de una maldad en el colegio y - en un curso que sobrepasaba los 30 -, nadie se daba cuenta de quién había sido. O piensa en aquella vez en que escribiste con lápiz labial la palabra: "yegua", en el espejo de la chica que te invitó a su fiesta. O cuando el alcalde se presentó en tu barrio y aprovechaste de gritarle mil cosas que no tenían nada que ver con el alcantarillado. Fue fácil, nadie supo que eras tú. Y si te hubieran identificado, seguramente no te habrían increpado por tus actos.
Pensándolo así, y con base en nuestras experiencias, si nadie supiera que eres tú: ¿qué estarías dispuesta a hacer? ¿Cuál sería el límite de tu libertad? A veces pienso que cada cual es capaz de ejecutar cosas abominables, pero son las consecuencias de ello las que nos frenan de actuar.¿Cómo sería tu vida si dijeras todo lo que crees? Para mí, el usar tu nombre—o tu rostro— para decir unas cuantas verdades es digno de admirar: demuestra valentía, confianza en tu opinión —tengas o no razón—, y permite conocer el carácter de otro. Te da una imagen real de quién tienes en frente.
Todos tenemos mucho que decir. Estoy segura de que en tu interior hay cosas que quieres expresar, ya sea de manera verbal o escrita. Si el anonimato te hace libre, creo que debes analizar cuánto confías en tu asertividad. No usar tu nombre es una forma de resguardarte por temor a algo. ¡No debes tener miedo a decir lo que crees!. Tu opinión es respetable —sea certera o no—; puedes dar opciones y formular preguntas; no estamos en los tiempos de la mujer sumisa que hacía cosas a espaldas del marido. Es tiempo de demostrar que tienes voz y no necesitas esconderte para hablar.
Es tiempo de declararse, de pedir pololeo, de decirle al compañero de trabajo que te aburren sus quejas o a tu jefe que tienes una idea mejor, que sabes cómo mejorar las cosas. Es momento para hablar con tu suegra y pedirle que no le dé más dulces al niño, de contarle a tu marido que no quieres ir siempre al mismo lugar. Es tiempo de que tu voz se escuche y que tú te escuches, que reconozcas que eres tú hablando y que eso es lo que piensas y eso harás. No nos ocultemos bajo un alias. No temamos a nuestros dichos.
Y tú, ¿qué es lo que quieres decir y no te atreves?
Imagen CC: Christina Saint Marche