De todos los lugares donde pensé enamorarme alguna vez, nunca se me cruzó por la cabeza una fonda. No es para nada un lugar romántico: hay mucha bulla, gente bailando, borrachos entrometidos, olor a empanada; en fin, puras distracciones. Bueno, dicen que las cosas llegan cuando menos te las esperas y en el lugar que menos te imaginas. Eso me pasó a mí.
Con mis amigos de toda la vida organizamos una fonda casera el 14 de septiembre. No crean que escatimamos en cotillón ni comida dieciochera. Teníamos de todo: chicha, choripanes, sopaipillas con pebre, asado, en fin. Hicimos el salud oficial en un cacho, cantamos el himno nacional y dimos rienda suelta al evento. Cuando iba en mi tercer (más bien cuarto) terremoto vi entrar a un grupo de hombres que llamaron mi atención porque hablaban en inglés, lo que muy chileno no era. Resulta que llegaron de casualidad. invitados por la amiga de una amiga de una amiga. Típico del dieciocho.
Cuando fui a hacer contacto con ellos (nadie me cree que fue sólo para darles la bienvenida), me entero que el misterioso guapetón que me encantó era español. No sabía cómo romper el hielo con él hasta que sonó por los parlantes la mítica canción "El Galeón Español", de Tommy Rey y no se me ocurrió nada mejor que invitarlo a bailar con estas palabras: "¡Hola!, ¿bailemos?, mira es el galeón...español, como tú". Y aunque no me hizo ni caso con bailar y me quedó mirando con cara de ¡qué mujer más loca!, fue el punto de partida para quedarse conversando conmigo toda la noche y parte de la madrugada. Desde ahí que no nos hemos separado y ya voy a cumplir dos años junto a esta genial persona.
Por cierto, nunca nos olvidamos de la fecha en que nos conocimos, ya que apenas empezamos a escuchar el sonido de las cuecas, inmediatamente recordamos que gracias a esta festividad es que hoy estamos juntos. ¡Gracias, Chile!
Imagen CC: Osmar Valdebenito