¡Estamos en pleno dieciocho, chiquillas! Pero por más que todo Chile esté emocionado por las festividades patrias, de seguro habrán personas sufriendo un calvario al pensar que llegará ese incómodo, terrible y angustiante momento en que las obliguen a bailar cueca. ¿Quién será el desubicado que las haga sufrir?: Un compañero de trabajo, un tío lejano u odioso amigo. Por más que uno trate de evitar la situación, siempre en algún momento de las fiestas, nos veremos en la complicada presión por bailar.
Debo decir que cuando era pequeña era más horripilante y cruel para mí. Mi madre era siempre la principal gestora de este trauma. A pesar de mis miles de negaciones, ella insistía en que bailara y muchas veces terminaba amurrada y sufriendo. Lo mismo en la adolescencia, pero debo decir que ahora que estoy más grande - aunque todavía me incomoda el tema -, he tratado de ir superándolo poco a poco.
Pero me imagino que no todas han tenido la suerte de avanzar y dejar eso en el pasado. De hecho, cuando veo que una persona lo está pasando mal por culpa de la presión social de salir a mover el pañuelo a la pista de baile, inmediatamente vuelvo a revivir mis malos recuerdos. Pero más importante aún, ya no me quedo callada ni sufro en la interna, sino que trato de actuar y hacer que la gente pare el hostigamiento y cambie el tema.
Los chilenos deben recordar que bailar tiene ver con vivir una buena experiencia, reír, jugar y pasarlo bien y no una cacería comunitaria en contra de alguien. Así que respetémosnos y que cada quien disfrute de este dieciocho como quiera. Incluso sentandita y moviendo el pie bajo la mesa al ritmo de la música. Que sea gozar y no tratar de sobrevivir a estas fiestas patrias.
Foto CC: Orlando Contreras López