Ya sé, debe ser lo más estúpido que han escuchado, pero es la verdad. No soporto sentarme en el lugar que deja otra persona en el bus, en el metro o en cualquier lado, cuando aún está caliente. Es una maldita manía desde que tengo memoria. De hecho, soy de las que cuando sube a alguna locomoción y queda un puesto libre, se lo da a otro. ¿Porque soy buena persona? ¡No! simplemente porque no quiero tomar el "calorcito" (¡ugh!) que ha dejado un individuo al pararse del asiento.
A veces me siento un monstruo, una discriminadora. No es que ande pensando que todo el mundo es sucio y que temo contagiarme de algo ¿o sí? (mmm, estoy empezando a sonar como una obsesiva compulsiva. Quizás deba recurrir a algún especialista para frenar esta locura...)
Hay veces en que he tomado asiento - como cuando subo a un bus a primera hora de la mañana, llenísimo y a la velocidad de la luz -, y una persona, viendo que apenas puedo mantenerme en pie entre frenadas, me cede amablemente su puesto. ¿Cómo decir qué no? Por cortesía debo aceptarlo. Sin embargo, cuando me niego a ocupar un lugar del cual recién se ha levantado alguien, no falta el que viene de pie a mi lado, con cara de perro y me mira como diciendo: "¿ésta de qué se las da que no se sienta'". Ahí, en ese mismo instante, le ofrezco que se siente por mí y de pronto se le dibuja tamaña sonrisa en la cara. Lo veo sentarse y por dentro me digo "¿cómo puede?" (no me juzguen, sé que estoy loca).
Pero bueno, ¿qué se le va hacer? Creo que la única solución -como diría Flanders, de Los Simpsons- a mi "locurilla estupirijilla" es comenzar a ahorrar para un auto o, la otra alternativa, ponerme a pedalear (y de paso hago ejercicio, que harta falta me hace). Pero siendo realista, creo que tendré que conformarme con los "calorcitos" por un buen rato, ¡ugh! .
Y ustedes, ¿tienen alguna locura como la mía?
Imagen CC Lorenzo Sernicola