Todas las parejas experimentan conflictos, independiente de cuánto amor exista entre ellas o lo mucho que deseen “llevar la fiesta en paz”. Siempre hay desacuerdos y controversias que conviene zanjar. Así es, porque cada uno de estos “detalles” remueve nuestra fibra, ocasionando heridas, desconfianzas, tristeza, rabia, aprensiones y un largo etcétera.
Los hombres tienden a evadir las discusiones. Suelen pensar que por no hablar de los problemas, éstos mágicamente “desaparecen”. ¡Y tanto tú como yo bien sabemos que no es así! Quedan dando vueltas, ampliando las heridas y dejando cicatrices que cuesta remover. ¡En especial si no los abordamos! Pero, ante la poca disposición de ellos hacia el diálogo, nos quedamos con esa pena o frustración “guardada”, pretendiendo que se elimine con el tiempo. ¡Craso error!
Esos silencios, amiga, no sólo desgastan la relación, sino que resultan ¡en extremo peligrosos! En particular porque cuando algo que está oculto “molesta”, tarde o temprano aflora. ¡Y de la peor manera! Imaginemos lo siguiente: nuestra pieza está llena de basura. Barremos, pero no la sacamos, sino que la depositamos bajo la alfombra. Con el tiempo, la “mugre” se hace notar con todo, aparecen insectos, ¡en fin!. Es lo mismo que pasa con lo que callamos. Puede que el dolor que te causó un detalle no conversado ¡explote a niveles dantescos! por un hecho tan simple como que no alimentó al gato.
Por lo anterior, es ¡fundamental! que cada vez que algo nos genere “ruido”, tengamos una buena conversación con nuestra pareja. Es la única manera de resolver los conflictos, ya que obviarlos o esconderlos es sólo una solución “parche”. La clave del éxito en una relación es que la comunicación sea óptima. Sorry, pero no hay otro camino.
Sé que lo que menos quieres es armar “polémicas” con el ser amado y quedar ante sus ojos como conflictiva (en buenas cuentas, “cuática”) Pero ¡créeme que es necesario! Por eso, aquí te dejo unos tips que propiciarán un diálogo conciliador, que los una como pareja en lugar de separarlos.
1. Calmarse y meditar: Cuando recién ocurre un hecho “controvertido”, estamos muy ofuscadas y “pateando la perra”. Así de alteradas no haremos más que decir cosas que no sentimos o actuar de un modo que luego lamentaremos. Por lo mismo, si te encuentras al calor de una discusión, respira, date la vuelta y aléjate un rato. Llora si es necesario. Visita lugares que te resulten agradables (como plazas o parques) y te permitan reestablecer tu paz interior. Una vez que estés más serena, medita y pregúntate: ¿qué te molestó?, ¿por qué? y ¿qué solución le darías?
2. Exteriorizar: Una vez que tengas clara la respuesta a estas preguntas, conversa con alguien de confianza o escribe lo que sientes. Las mujeres por esencia somos de verbalizar todo y eso nos permite “verlo en perspectiva”. Es probable que al exteriorizar tu conflicto te des cuenta de su irrelevancia.
3. Ordena tus ideas: Si adoras escribir y ya lo hiciste para desahogarte, continúa y haz un “punteo” de aquello que estimas fundamental transmitir a tu pareja. Los hombres son muy concretos, por lo tanto si “contaminas” la comunicación con detalles sin importancia, lo más probable es que se distraiga, se ofusque y termine sin entender nada.
4. Busca el momento y ¡conversa!: Una vez que tengas claro qué deseas transmitirle, busca una instancia “amigable” para una sanadora conversación. Es menester que en la construcción de tu discurso no formules acusaciones, asumas tus propios errores, expongas qué te molestó y presentes soluciones. Todo, en un tono amoroso y conciliador. ¡Ah, y muy importante! Dí todo lo que tengas que decir, sin guardar nada, para que luego no sigas volviendo al tema “por capítulo”. Se conversó y se cerró. ¡Punto!
¿Lista para sanar las heridas?
Imagen CC MFerPhotography