Creo que no hay cosa que me enfade más (luego de las mentiras y el cinismo) que la gente que te responde de mala forma, porque sí. Tú no has terminado de hacerle una pregunta a esa persona y sus palabras tocando el aire no son más que una ola de mala onda.
De seguro el primer ejemplo que se les viene a la mente es la relación con los habitantes de sus casas. La familia es el núcleo que sufre nuestras descargas cuando estamos cruzados con algo. Y, aunque no debería ser, es el ejemplo más claro que tengo para darles respecto al tema.
Es tan desagradable tener que “soportar” que te contesten mal aquellos con quienes convives diariamente. Y lo paradójico es que no tienes mala onda con ellos, es sólo su forma de ser: siempre a la defensiva, diciéndote que ya saben de qué les hablas, usando un tono duro y cortante. Luego, cuando ya estás colmado y les preguntas por qué te responden así, te llaman “cuática” o te dicen que estás equivocada porque su tono fue muy amable. Sin embargo, todos los demás notaron lo mismo que tú y peor, también tienen que pasar por lo mismo.
Ahí es cuando te dan ganas de perder estribos y contestar igual, no sé, tirarles agua o mover sus cabezas hasta que te pidan disculpas. Pero no, eso sólo está en tu mente porque no eres así de bipolar, por lo que decides que la situación ya no te molestará. Pero al otro día, ¿Qué pasa? Lo mismo.
Lo único que puedo decir es que no quiero gente así de maleducada cerca. No es de cuática, pero perturban el ambiente ameno que deberías tener siempre. No hagas lo que no te gustaría recibir.
Imagen CC bdevaca