"Siempre me siento feliz, ¿sabes por qué? porque no espero nada de nadie, esperar siempre duele", al igual que el icónico dramaturgo William Shakespeare, yo comencé a aplicar tal filosofía en mi vida diaria. Lo anterior, luego de verme ilusionada con expectativas de "cuentos de hadas" que lo único que consiguieron fue desilusionarme y volverme estúpida.
Y es verdad: las expectativas pueden arruinar hasta las más hermosas relaciones. Esa obsesión -mayoritariamente femenina- por esperar que nuestra pareja haga "algo que nos sorprenda", así como un cliché de teleseries. La fijación de quedar como tontas aguardando su 'mega/ultra/romántica' propuesta de matrimonio, o bien, que él se ponga a trabajar o que algún día llegue con un enorme ramo de flores cantando junto a una pila de cebolleros mariachis.
Esa no es la realidad. A pesar de que quizás tengas a un hombre -o mujer- que puede entregarte mil cosas bellas, esa persona sólo te dará lo que realmente siente y está a su alcance. No esperes que te sorprenda (cito otra lección que aprendí: "si quieres algo, hazlo tú").
Con el paso del tiempo, me di cuenta de que tras exigir acciones mentalmente - ni siquiera se lo decía a la cara- me empezó a perturbar el no recibir lo que quería. Con tanta gente metiéndome en la cabeza que "debería regalarte esto" o "ya debiera tenerte una casa", estaba totalmente convencida de considerar aquellos cánones totalmente machistas.
Hoy -tras un par de porrazos- siento que en las relaciones tan sólo se debe hacer una cosa: entregar lo mejor de sí, encomendándose a sus buenos sentimientos e intenciones. A veces, nos sobrecargamos de información y exigimos más de la cuenta. Una debe saber apreciar lo que tiene, ¡y ojo, que no hablo de ser conformista!, sino de valorar aquellos "detalles" que muchas veces significaron un sacrificio y para nosotras es "poca cosa".
Por lo mismo, citando otra vez a mi querido Shakespeare, es mejor no esperar nada. Pero sí enseñar con acciones qué nos gustaría recibir o es importante para nosotras, lo que con buena comunicación siempre se logra. La empatía cumple un rol fundamental en la pareja: quizás ni siquiera nos hemos percatado de qué nos quiere decir nuestro "amorcito" y sólo malgastamos tiempo exigiendo y reclamando.
Es hora de balancear nuestra relación: dejar a un lado el capricho de los clichés y convertirnos en un ser íntegro, agradecido y bondadoso. Dedicarnos a disfrutar el tiempo -que no es eterno- con nuestra pareja, porque con las actitudes antes descritas lo único que lograremos es quedarnos solas, lamentando no haber sido mejores.
Si te sentiste identificada y aún puedes cambiar ¡hazlo!, no hay peor sensación que la que te deja una ruptura: cuida tu relación, tu salud mental y tu corazón. La vida es para vivirla, no para malgastarla y es realmente afortunado quien tiene a alguien consigo que lo quiera y acompañe. Ama siempre sin esperar más, que así nada te hará sufrir.