Las relaciones humanas son difíciles, por lo que a veces ocurren cosas que rompen los lazos familiares. Una piensa que la familia estará por siempre a su lado, pero no siempre es así y en algunos casos la unión se quiebra. Fue lo que paso en la mía: las constantes peleas de mis padres excedían lo normal y el hecho de no dirigirse la palabra durante semanas debilitó su relación hasta llevarlos a separarse.
Mis papas llevaban 30 años de casados y jamás pensé que se divorciarían. Me significó un gran golpe y para mi hermano chico fue aún peor: nos vimos en la encrucijada de escoger con quien quedarnos, lo cual era imposible, porque ¡nunca le quieres dar preferencia a uno por encima del otro!. Vivimos las típicas discusiones por plata e incluso esas peleas por cuál fin de semana le toca a cada quien.
Creo que los primeros meses son los más terribles: la rutina a la que estás acostumbrada ya no existe, sientes nostalgia de los tiempos felices que viviste junto a tus padres y hasta un poco de rabia hacia ellos por terminar con su matrimonio. Pero después, ese sentimiento pasa y descubres que todo fue para mejor: ya no hay tantas discusiones, tus papás están más tranquilos y tú también.
Mi consejo para sobrevivir a este proceso es ver el lado positivo de las cosas; una sólo desea felicidad para quienes ama y tus padres son los que más la merecen. Si su relación no funciona y deciden separarse, piensa que lo hicieron para no seguir causando daño. Siempre estarán ahí para ti, aunque no los veas todos los días.
Verás que con el tiempo las heridas sanan. Quizás tus papas se vuelven a encontrar o quizás conozcan a nuevas parejas. Tú debes sentirte alegre de que tu familia, separada o no, esté feliz. Eso te ayudará a comprender y asimilar mejor esta dura experiencia.
Imagen CC: Nicolas Fuentes