por Marcela Gallardo
“64 kilos… ¡Cresta, esto no funcionó!” Me dije hace 2 meses cuando probé una de las tantas dietas milagrosas a base de agua y comer casi nada.
Después del embarazo quedé con 18 kilos extras y bueno, tener un bebé en los brazos significó abandonar a la mujer despampanante que alguna vez fui (no era una Kim Kardashian, pero algo me aproximaba a la Shakira, jaja). Y como no tenía quién me cuidara a la pequeña Eluney, le dije chao al gimnasio y salidas a trotar. Al menos me consolaba la idea de dar pecho y así deshacerme de toda esa grasa que me colgaba del vientre.
En fin, mi hija ya tiene un año y medio y todavía tengo el neumático sobre las caderas. Pero aparte de mis malditos genes con tendencia a engordar, algo estaba pasando que nada, pero nada, me permitía bajar de peso.
“Marce, ¿tienes más pecas y granos en la cara o es mi idea?” Me preguntó una hermana de mi pololo. Y claro, estaba tan llena de cosas que un ciego podía leer la Biblia que tenía en la cara.
Entonces, púber, gorda y manchada asistí a mi control con la matrona en el consultorio. ¡Sí, consultorio! Digamos que soy indigente porque nadie me contrata y Fonasa+ clase media tirando a pobre= consultorio.
A lo que quiero llegar es que los anticonceptivos disponibles en los centros de salud públicos son prescritos a gusto de las mismas mujeres que en ellos se atienden. Si quieres, puedes suministrarte un jeringazo al mes de Mesigyna, el implantarte cutáneo por 3 años o tomar píldoras Anulette CD todos los días. Todos compuestos por diferentes hormonas para evitar la ovulación, las cuales pueden o no ser las indicadas para ti.
Entonces, puedes parecer una quinceañera con la cara llena de espinillas, tener ansiedad y comer todo el día como con bajón/post/carrete, o hincharte y retener líquidos por no suministrar la milagrosa opción antiguagua indicada especialmente para cada mujer.
Es así como mi matrona, una chiquilla con trabajo estable y menor que yo - lo cual me frustra mucho - me recomendó discontinuar mi tratamiento y comenzar con otras píldoras, que aparte de prevenir embarazos, me ayudarían con la retención de líquidos. Lógicamente estas pastillas no me las proporcionaría gratuitamente el servicio, pero con el programa “Más allá de la terapia” (que consiste en una receta solidaria), puedo comprarlas en farmacias a mitad de precio presentando el ticket que timbra y firma el profesional tratante. Y voilá, llevo un mes con el cambio de pastillas, con empanadas, asados y terremotos en el cuerpo y aún así se me fueron 3 kilos de encima.
Me alegra saber que mi problema era con el juego de hormonas y no por ser familiar lejana de Peppa la cerdita.
Imagen CC starbooze
* Si quieres participar en Fucsia como colaboradora, llena el siguiente formulario con tus datos y envíanos tu nota http://www.fucsia.cl/colabora/ Si tu texto está acorde a nuestra línea editorial, te publicaremos.